lunes, 13 de febrero de 2012




HISTORIA AL FIN Y AL CABO

Ha sido un triste cúmulo de circunstancias, o tal vez una sola..., ¿quién sabe?, la que me obliga a navegar por el comienzo de mis recuerdos y a tomar las medidas para que el olvido no haga mella en ellos, pues el paso del tiempo hace que nuestra mente y nuestra conciencia seleccione aquellos que nos producen angustias y sufrimientos y los encierre en el espacio de lo olvidado, para dar cabida a las situaciones que nos producen estados de alegría y felicidad, sobre todo cuando estas últimas escasean.

Es para mi una obligación el poder relatar cada uno de mis pasos a aquellas personas que por las desdichas del destino no los conocieron y debieron conocer.

Este relato debe ser tan verídico y cuidadosamente depositado en estas páginas, como falsos los testimonios que relataron mi historia a quienes no tuvieron otra opinión para contrastar.

Escribo esta HISTORIA, a pesar de todo, dejando a un lado las vergüenzas, el temor a las críticas, a los comentarios, a que sepan más los extraños que los propios de mí, porque espero que aquellas personas que debieron disfrutarme (o padecerme), que debieron estar en mi vida y no fuera de ella, tengan a mano, si el destino lo permite y espero que sí, este medio como una ventana por la que ellas se asomen  y encuentren aquello que se les negó o privó de poseer durante tantos años.

La triste circunstancia que  privaron a estas personas de mi cariño y de mi vida (al igual que a mi de ellas), fue la separación matrimonial que sufrí en el verano del año 2.000, acarreando otras circunstancias.

Las personas que lo sufrieron fueron muchas, pero las que mas... mis hijas de este matrimonio, Alba del Rocío y María José.

Si por los avatares del destino, y no pierdo la esperanza, llegan mis palabras a Alba y Mº. José, podrán, si así lo desean, saber de su padre y estar con él, sabrán que siempre las quise, que siempre las tuve en el corazón y que cada día, desde aquel verano, no dejo de pensar en ellas.

Es larga historia, la recorrida en estos casi doce años, llena de pequeñas y grandes dichas y desdichas, pero como estos años van unidos a los siete anteriores que conformaron las consecuencias que se produjeron, y a su vez, con otras historias anteriores.... comenzaré desde el principio, desde mis primeros recuerdos, de esta manera, Alba y Mª. José, sabrán casi todo de la vida de su padre y su mundo, que al fin y al cabo siempre debió ser el mundo de ellas también.







LA CASA DONDE NACÍ

Nací el 27 de marzo de 1.956, tuve una infancia feliz, conservo retazos de épocas que se confunden en el tiempo, recuerdos que afloran en un entorno apacible en Chipiona, un pueblo blanco de la costa gaditana.
Mis padres Juan y Luisa, Maestro de escuela y ama de casa, mi padre viudo casado en segundas nupcias, aportaba dos hijos de su primer matrimonio, Juan y Miguel (Quiqui), El primero optó por quedarse en el Ejército después de su Servicio Militar, apenas lo recuerdo antes de esto, Miguel, quince años mayor que yo, no llegué a conocer su infancia, sí sé por referencias que se escapaba de casa cada poco, como maletilla, quería ser torero, no deseaba estudiar y en su pubertad hizo pasar a mis padres las de Caín. Mis padres tuvieron seis hijos en común, Antonio Luis, un año más que yo, me tuvieron a mí, a Manolo, dos años menos que yo, Cristóbal, cinco menos, David, diez menos y Conchi, quince menos.


De izquierda a derecha: mi hermano Juan, Antonio Luis, mi padre, Miguel, mi madre conmigo en brazos.


Era la casa donde vivíamos una casa de una sola planta, grande y soleada. Un portón franqueaba la entrada a la casa, dando a un pequeño patio con losas negras y blancas y cruzando este, una cancela metálica abría a otro mucho mayor,  a su alrededor los arriates,  que recuerdo llenos de calas, azucenas y geranios, a la izquierda un lavadero con aseo, adosado a este, sobre el lateral izquierdo, dos habitaciones con puerta al patio. Al frente la vivienda principal, con una gran cristalera y puerta de entrada, un porche con una aljibe, sobre la cual estaba la imagen (presidiendo el patio) de una Virgen de cerámica, un lavadero, un cuarto de baño y una escalera muy empinada que subía a la azotea. En el costado derecho una gran pared con una pequeña puerta junto a la escalera, que daba a una antigua bodega rehabilitada de alguna manera en aula donde mi padre daba sus clases a todos los cursos, era un único maestro para la única aula de aquel colegio, en este, pasé algún año de mi más tierna infancia. En el centro del patio, un pozo con brocal de piedra y forja, del que recuerdo su ruidosa carrucha, su húmeda y gruesa cuerda y los reflejos que se producían en su fondo de aguas siempre frías cristalinas.


En los brazos de mi madre, con mi hermano Antonio Luis junto al aljibe.

A la vivienda principal  se entraba directamente por un gran salón comedor, muy iluminado gracias a las cristaleras de entrada y a una puerta acristalada que había al fondo. Entrando al salón, a la izquierda, había dos dormitorios (que yo recuerde), a la derecha un gran mueble que ocupaba casi toda la pared, la cocina junto a la puerta acristalada, ambas daban a una parcela-campo del “Cachi” (un señor con aspecto poco cuidado, que se calaba una boina negra hasta las orejas y que debía causarnos mucha impresión a mis hermanos y a mi, pues mi madre nos amenazaba con que vendría éste si no comíamos). La cocina era de las antes con despensa, poyetes de mampostería, gran ventanal al campo y cocina de leña o carbón.
 Al llegar a la parte de arriba de la escalera, la azotea, ocupaba toda la extensión de la vivienda, un murete separaba techos de casas adyacentes, fácil de saltar, ya que no tenía más de un metro, a través de estos, se podía recorrer todas las casa (sus azoteas), desde una parte a la otra, a lo largo de toda la calle. Dado que no había casa de más de una planta, las vistas eran estupendas, se alcanzaba a casi todo el pueblo.
Por supuesto, subir aquellas escaleras estaba prohibido.


Sólo faltan los mayores, Juan y Miguel.



MI BARRIO


La calle que baja a la mitad de la foto, termina abajo a la derecha con un edificio con dos puertas grades. esa era mi casa.

Era el número cincuenta y cinco de la calle Isaac Peral, hacía la esquina con otra calle (hoy avenida de la Diputación), que si mal no recuerdo, en aquel tiempo acababa unos metros más allá a la izquierda (en el campo de Caballero), y a la derecha, a unos doscientos metros, terminaba en la parada de los Amarillos, los autobuses que hacían travesías a Sanlúcar y Sevilla (hoy es la Avenida de la Diputación), hacia delante era la calle Miguel de Cervantes, que iniciaba con la Plaza de abastos a la derecha, circundada por una gran zona peatonal y porches con grandes arcos y a la izquierda otra zona peatonal que presidía el quiosco de Manolo y el bar Aurora, la zona de juegos preferida de mi infancia, donde mis primeros amiguitos vivían (Paco junto al bar Aurora, Pepito frente a la Plaza de Abastos, Manolo frente a Paco...).


La plaza de abastos con sus arcos donde jugaba de pequeño, a la derecha de donde se sitúa el fotógrafo estaría mi  casa

Mis primeros recuerdos están íntimamente ligados a esta casa y la casa de la otra parte de la calle, el número 55, la casa de mis abuelos maternos, lógicamente sería el primer recorrido en solitario fuera de mi casa.
La casa de mis abuelos la recuerdo con un cariño especial, con su corral al fondo, con burros frente a sus pesebres, los aparejos de éstos,  un carro... diferentes habitaciones alrededor del corral, que se usaban para almacenar paja, maíz... y distintos utensilios que mi abuelo usaba en el campo que tenía en el pago de La Laguna, donde tenía vacas, cerdos, gallinas, entre otros y una gran extensión que cultivaba, principalmente con viñas de moscatel (el mejor de Chipiona), aunque también cultivaba maíz, patatas, zanahorias, tomates, cebollas...
De mi abuelo Antonio Luis, recuerdo su gran afición a los toros, coleccionaba fotografías de toreros, ganaderías,  heredó su afición de su padre, mi bisabuelo, quien tenía un toril donde se sitúa ahora la plaza de abastos, junto donde tenían su casa. También  recuerdo que le gustaba mucho bregar con niños, recuerdo que nos trataba con cariño, nos paseaba en los burros y nos llevaba al campo en los serones de estos animales, siendo yo muy pequeño, a mi me encantaba ir al campo, tantos animales, tanto terreno y tantas aventuras.


Mis abuelos maternos el del cubo mi primo Miguel o yo, no lo tengo claro.

Mi abuela Cristobalina era muy especial para mí, recuerdo que me quería mucho, era muy cariñosa también, pasaba muchas tardes de invierno sentado en la “copa de cisco”, oyendo sus historias o escuchando simplemente la radio mientras ella hacía ganchillo, le escribía las cartas, le leía historias de una revista que recibía periódicamente (Corazón de Jesús), o bien leía a mi abuelo cosas de sus libros de tauromaquia. Era un entorno agradable y familiar.


Arriba mi primo Miguel y mi hermano Antonio Luis, mis tias Antonia, Pepa, Cristi (la monja), mi madre, yo, mi tia Manuela, mis abuelos en medio, debajo mis primos Merchi, Antoñito, Cristi, Luis, Manolito, Margara, Carmelita? y mi hermano Cristobal 

En la casa de mis abuelos, vivían mis tíos Manolo y Manuela, esta, hermana de mi madre, con dos hijos, José Antonio y Cristobalina (Cristi), el primero un año menos que yo y Cristi cuatro menos. Estos vivían en esta casa durante todo el tiempo a excepción del verano, que se iban a una casa que tenían en un campo de mi tío Manolo, cerca del campo de mi abuelo (tras de Regla), en esta estación venían a vivir a casa de mis abuelos mis tíos Joselín y Pepa, (ésta, hermana de mi madre también) que vivían en Sevilla, con mis primos Miguel, de mi edad, Lina, dos año menos, Margara, cinco menos, Merche, ocho menos y Antoñito, doce menos. Eran unos veranos impresionantes,  nos llevábamos muy bien, desde por la mañana temprano a la playa era toda una odisea parecíamos una guardería.

         Adosada a la casa de mis abuelos, tenía mi tío Luis la suya, el único hermano varón de mi madre, Su mujer se llama Carmen y mis primos Luis, tres años menos que yo, Carmen, seis menos y otra con diez menos, me gustaba ir a su casa, aunque no por mis primos, con los que tuve poco trato, dado la edad, era mi tío quien me llevaba al campo cuando mi abuelo no podía, además a mi tío le gustaban las películas del oeste, tenía aspecto de pistolero (de las películas) y hablaba del campo como del Rancho de “La Ponderosa”. Tenía una verdadera colección de animales (además de los propios de granja), tenía gallinas de guinea, pavos reales, faisanes... recuerdo que consiguió un híbrido de faisán con gallo ingles, un pájaro feísimo, desplumado de por vida, grande y de un color pajizo, era lo contrario de lo que mi tío pretendía. Yo me pasaba las horas muertas viendo los animales, y ayudando en lo que podía en las labores del campo.

         De esta primera época, de mi infancia, sólo conservo recuerdos aislados, intentaré ordenarlos cronológicamente.
         Mi primer recuerdo, es jugando con mi hermano Antonio Luis, en la cancela del patio de nuestra casa, nos subíamos sobre la cancela y la hacíamos girar sobre sus bisagras, en una de éstas, girando la cancela mi hermano perdió la uña del dedo pulgar de uno de los pies, creo que fuí yo el que movió la cancela produciendo el percance.
         Otro recuerdo muy lejano es el de un día de vendimia, en la casa de mis abuelos, había un pequeño lagar, donde se pisaba la uva, recuerdo estar dentro pisando la uva con otros, cogí un racimo grande de uvas pasas, era estupendo, y me las comí, las recuerdo calientes por el sol, pero estaban muy buenas, no se si fue después de mucho o de poco, me fui para mi casa que estaba al otro lado de la calle, y antes de llegar a cruzar me desvanecí. Según me cuentan estuve muy mal, recuerdo una botella de suero grande, gomas con agujas enormes, y en rededor de mi cama mucha gente no sé por cuanto tiempo. Mi madre es muy particular para contar males familiares (no los cuenta), y cuando se le pregunta contesta que me deje de tonterías y sigue sin contestar, por lo que nunca sabré qué es lo que realmente me sucedió, si estuvo relacionado con las uvas pasas o fue otra cosa la que me ocurrió.
         Otro recuerdo de esta primera época es cómo aprendí a montar en bicicleta, lo hice en una que tenía mi hermano Antonio Luis, a sus espaldas, pues no me la prestaba, era muy grande para mí, marca Super-Cil, metiendo el pie por el interior del cuadro, llegaba al otro pedal, y de esta manera avanzaba, poco, pero avanzaba, hasta el día en que mi hermano me pilló y corrió tras de mi, yo intentaba ir lo más deprisa posible para que no me pillara, pero me arrojó un palo que se introdujo entre los radios de la rueda, yo me di un costalazo y además nos quedamos sin bici, pues ya no la recuerdo a partir de entonces.
         Me veo en medio de un campo, cerca de casa, (de Caballero), donde  estaban los restos de un coche de aquellos de los años treinta, el chasis metálico era lo que quedaba, pero el volante aún lo tenía en su sitio, me encantaba imaginarme (agarrado a ese volante) cruzando amplias carreteras, viajando por sitios lejanos, debió ser una premonición.
         Recuerdo frecuentar la casa de un amigo de mi edad, Pepito Solís, donde jugábamos con los indios, (pequeños muñecos de plástico) en una galería interior cubierta, que daba a un patio central, era un primer piso. En la planta baja  tenían sus padres (Pepe y Aída) una tienda de ultramarinos, eran tres hermanas, dos mayores que nosotros (Aída y Pepi, ésta muy guapa, y una dos o tres años menor, que no recuerdo su nombre pero si recuerdo que era pelirroja el pelo muy rizado y muy pecosa), eran vecinos de mis abuelos y hacían esquina con la calle que hoy es la Avenida de la Diputación, se que éramos buenos amigos, pero no se cuándo se acaba esta amistad, pasando a ser mi amigo de todos los días Paco “cepillo”.
         Recuerdo ir a la casa de Paco asiduamente, a jugar con los indios y a “ver” tebeos. Su madre, Pepa, era una mujer estupenda, cariñosa y me quería como a otro hijo, tenía solo otra hija (Paqui), dos o tres años menos que nosotros, la recuerdo muy bajita, rubiasca y pecosa. Me gustaba jugar en su casa, era muy amplia, y sobre todo tenía muchos juguetes en cambio yo no recuerdo tener demasiados.


Yo a la izquierda, con mi hermano Antonio Luis en el colegio Divina Pastora.

         Mis primeros años de colegio, iba al colegio de las monjas (Divina Pastora), creo que a párvulos, recuerdo a la madre Pilar y recuerdo que dije una vez que me hacía pipi, me hicieron esperar a terminar la clase y ocurrió lo lógico, me lo hice encima, me castigaron sin recreo, y además recuerdo estar encerrado en el patio, con otro niño, creo que era Paco, mi amigo, (“el cepillo”, por su pelado), de alguna manera decidimos largarnos y por el salidero de aguas bajo las puertas del patio nos metimos y cupimos, de manera que a casita, no recuerdo que ocurrió por todo ello, pero no tengo mas recuerdos en aquel colegio, pero sí recuerdo estar en el colegio de mi padre, en aquella antigua bodega a la que se accedía por una pequeña puerta desde nuestro patio y la puerta principal a la calle que hoy es la Avenida de la Diputación, aquellos que estaban en aquella época en este colegio, mayores que yo, todos coinciden que mi padre era mas estricto con mi hermano y con migo que con los otros alumnos, sin embargo, no recuerdo que mi padre fuese demasiado estricto con migo ni entonces ni nunca.

Párbulo en el colegio de la Divina Pastora, mi hermano Antonio Luis y yo.


         Cables que cruzaban la calle con una tímida bombilla colgando en su mitad (cuando éstas se encendían tenía que estar en casa), las campanadas tañendo los aires, las golondrinas surcando por doquier, el barro en las calles, aquellas lluvias intensas y las botas de goma para el agua, tormentas que sobrecogían con su retemblar de cristales, la radio acompañando las comidas y reuniones en torno a la “copa”, es el colacao desayuno y merienda... y otras sintonías que amenizaban los hogares quedaron en el recuerdo, como destellos, en la memoria de aquellos primeros años.
        
         Recuerdo otra casa de otro niño a la que iba a jugar, la casa de Pepito Solís, hijo del propietario de una tienda de ultramarinos que había en la esquina de la calle  Isaac Peral con la Avenida de la Diputación, justo frente a la casa donde vivíamos, al lado de la casa de mis abuelos. Recuerdo que la casa estaba encima de la tienda, su madre Aída, muy agradable, y también recuerdo una niña pequeña, que nos daba mucha morcilla, no nos dejaba tranquilos, tenía muchas pecas y era pelirroja, no recuerdo como se llamaba, tampoco recuerdo exactamente que época en mi niñez ocupa este recuerdo con este amigo, antes de mi amistad con Paco o posterior (creo que anterior).
          
         Otro recuerdo lejano que ubico en mi niñez fue el de mi primer viaje, acompañaba a mi madre en un viaje en ferrocarril a Sanlúcar de Barrameda, recuerdo a mi madre, vestida de domingo,  olor a colonia (suave y fresca), y otro, que me llamó la atención sobremanera, el de carmín de labios, mi madre no solía pintarse, era un olor nuevo para mí, imagino que el viaje era una de las grandes ocasiones en las que se desplegaban todos los medios, eran indudablemente momentos especiales. Se trataba de un viaje a comprar ropa, esto se hacía en septiembre y se compraba toda la ropa para el año. La tienda la recuerdo con un gran mostrador en madera muy oscura y desgastada en forma de "U" invertida, mi madre, aveces me sentaba sobre el mostrador, frío pero muy suave, otras me usaba de maniquí para probar la ropa, mi hermano Antonio Luis, tenia mi misma talla, los otros mas pequeños, a ojo. La tienda era "Casa López", aún existe en el mismo lugar.


Mi abuela Conchita, mi padre y mi tía Conchita.

         Otro viaje que me quedó grabado en la memoria, fue el que hicimos mis padres, mi hermano Antonio Luis y yo, a Málaga, creo que por la muerte de mi abuela Conchita, la madre de mi padre, lo hicimos en un taxi, de un taxista de Chipiona, era un dodge blanco, muy grande, por la carretera de Cádiz, Algeciras, paramos a comer en Tarifa, a tomar café en Benalmádena.... Recuerdo que me gustó el viaje, la estancia en Málaga, no la recuerdo bien, recuerdo la casa de mi abuela en El Palo, casa baja, portal de entrada, pasillo a un salón, habitaciones en los laterales y al fondo una cristalera que daba a un patio con árboles, recuerdo una larga espera en un jardín de unos bloques de pisos, una comida en una terraza a la playa y poco mas.

         Mis correrías infantiles eran básicamente los clásicos juegos infantiles de la época en los arcos de la plaza de abastos, en ocasiones a indios y cowboys con largas persecuciones por las inmediaciones... y a la vez que crecía, aumentaban las tendencias belicistas, fabricaba mis "armas", con cañas que cogía en el campo de mi tía Manuela, o en los vallados de los caminos, con las rectas y largas a modo de lanzas, con las curvas a modo de arcos, con los copos se fabricaban fenomenales cerbatanas. También con las retamas se hacían arcos y especialmente unas estupendas estaquillas para tirachinas, que aplicándole dos largas tiras de goma cortadas de cámara de bicicleta y un trozo ce cuero de un cinto viejo, se transformaban en el juguete-arma más apreciado de cualquier chaval de once o doce años. A veces llegábamos a la sofisticación más completa, fabricando las espadas en la carpintería del padre de Paco.
         Una de las anécdotas de estas correrías, fue en un campo cercano a la zona donde vivía, lo utilizábamos la banda del barrio como cuartel general, un día llevamos un "prisionero" y lo atamos al tronco de una higuera, mientras nosotros íbamos y veníamos con nuestras carreras indias, al caer la noche, (siempre caía de repente), corrimos todos a casa preocupados por el castigo de llegar después de las luces encendidas. Todos nos olvidamos del pobre "prisionero" atado a la higuera, al día siguiente, por la tarde nos juntamos antes de ir al campo y recordamos lo que hicimos, cuando llegamos, no estaba ya. No supimos ni quién ni cuando lo desataron, pero estuvimos todos acongojados durante días esperando respuesta a nuestros padres, pero ya no supimos más.
        
         1965... Fue una época bastante movida, las incursiones en el campo, cada vez eran mas profundas, las peleas, cada vez mas duras. Recuerdo en una pelea con otra banda, tirándonos piedras, lancé una al grupo, a nadie en concreto, se trataba de a mas piedras mas posibilidades, por lo que no apuntábamos apenas, lanzábamos a la masa, cogí una piedra que era un canto bastante majo, brillante, un tamaño medio ideal, suave al tacto... una maravilla de piedra, daba pena tirarla, por lo que puse mas empeño en ella y se me ocurrió seguir su recorrido, la perdí de vista, pero al instante... cristales rotos? alguien dió un tremendo grito y lamentándose, lloraba y gritaba, los que le acompañaban, dejaron las piedras y se interesaron por él, parecía que había un herido y además jodido, oí entre otros muchos gritos en la algarabía el de "¡sangre!", en ese momento pensé que había sido mi piedra, pero ... podía haber sido otro, bueno lo mas importante es que se habían retirado, habíamos ganado!.
         Al día siguiente, fui a casa de mis abuelos, mi tía se lamentaba de no se qué, y a esto, veo a mi primo José Antonio con un ojo totalmente tapado con vendajes, según se lamentaba mi tía, algún sinvergüenza le había dado una pedrada, le había roto las gafas y abierto un profundo corte en la ceja y párpado. Tuve una sensación de culpabilidad que aún me dura, entre tantos, fui a darle a mi primo precisamente.

         1965. Mi primer incidente con las féminas, en una de mis exploraciones por esos campos, estaba con mi primo Miguel (era verano), en el cerro (arenal) de las cancelas, que estaba en la Avenida de Regla, allí había una niña a la que estaba molestando un niño que no la dejaba en paz, no sé qué me llevó a intervenir, pero lo hice, el niño dejó de molestar y cuando me dirigí a la niña, me recibió con una zapatilla en ristre, al golpearme con ella, se la quité de la mano y la lancé atrás sin mirar, cayendo ésta en un zarzal espeso y grande, la niña me exigió que la buscara, lo hice durante horas, pero fue imposible, al anochecer, lo dejé y me fui a casa. Al día siguiente aparece su madre con la niña en la puerta de mi casa y le exige a mi madre la reposición de unos zapatos nuevos contando que yo se lo quité y lo perdí, yo no estaba en casa, cuando llegué tuve que explicarle a mi madre, me metió una bronca de cuidado, por meterme con las niñas. La buena señora vino durante muchos días, varias veces al día, buscándome para que diera explicaciones, mi madre me escondía cada vez que venía buscándome, aquella persecución duró varias semanas, hasta que se cansó, pero mientras duró, mi madre me estuvo diciendo cada día los problemas de jugar con las niñas.

         Acabábamos de mudarnos de casa, dejamos la de Isaac Peral y fuimos a vivir a un piso (de los maestros) en la calle Francisco Lara, detrás de la Plaza de Abastos.
         Era un primero, muy pequeño, se entraba a un pasillo que dobla a la derecha, frente a la puerta de la calle, tal como se entraba, estaba la puerta del baño (esto enfurecía a mi madre), una vez en el pasillo, a la izquierda, después del baño estaba la cocina, estrecha y larga, a la derecha la salita (con un pequeño balcón a la calle), mas tarde sería la habitación de la niña (mi hermana Conchita), y el dormitorio de mis padres, frente a éste, el salón y frente al pasillo, el dormitorio de los varones (Quiqui, Antonio Luis, yo, y Manolo… mas tarde vendría Cristóbal), con cuatro camas (dos literas).
Detrás, mi padre y mi madre (con David en Brazos), delante, Antonio Luis, Cristobal, Manolo y yo.
         No había mucho espacio, pero tampoco lo echamos de menos. Estudiábamos en el salón, y como no teníamos muchos juguetes, no necesitábamos mas espacio en principio, eso sí, no podíamos llevar visitas (amigos), pues mi madre no era muy de visitas, no se si por el poco espacio o por otros motivos, además no había espacio para jugar como en casa de Paco o de Pepito, de esta manera era yo quien estaba siempre de visita.

         En el mismo bloque, vivían guardias civiles, en la planta baja y en la tercera y última planta, en ésta había un teniente que tenía un hijo de mi edad (José Ángel), recuerdo que era de Sanabria (Zamora). Durante algún tiempo jugaba con él, pero su forma de hablar (un castellano muy correcto que contrastaba con el de los otros niños) y sus gestos un poco afeminados (para el gusto de los chicos de su edad de este pueblo), eran motivo de burla para la mayoría de nosotros del barrio, no se si era por esto por lo que aquella amistad no cuajó demasiado, aún siendo vecinos o bien por que a su padre lo destinaran en breve, pues no tengo constancia de permanencia de este chico, que a pesar de todo a mi si me caía bien.

         En el mismo bloque, en el bajo, otro guardia civil, este un cabo, este matrimonio llegaron a ser muy amigos de mis padres, tenían un hijo de unos diecisiete años y una hija, Nieves, uno o dos años más que yo. El hijo mayor, no lo recuerdo bien pues se fue a la Academia de la Guardia Civil y no venía demasiado, pero los padres y Nieves, venían casi todas las tardes- noches para ver la televisión a nuestra casa, ellos no tenían. Con Nieves, se despertaron en mí esos sentimientos que te hacen entrar en el mundo de la pubertad y el deseo, en esas cosas que antes no dabas importancia y  luego abarcan el noventa por ciento de tu actividad mental durante las veinticuatro horas del día, y no se sabe por cuánto tiempo.






MI ADOLESCENCIA

El paso a la adolescencia, como cuento, estuvo muy relacionada y unida al cambio de casa, la separación amistosa de Jose Ángel, a su padre le destinaron a Zamora, de donde provenían, me hablaba mucho de lo bonito que era el lago de Sanabria, sus paisajes..., me alegré por el, ya que su ausencia la suplió N...., que hizo revolucionar mi niñez, haciéndome pensar por vez primera en algo más, que no fuera el juego infantil y los amigos de pandillas con sus batallas campales, tirachinas, pedradas y otras actividades que a partir de entonces irían quedando relegadas al recuerdo.

Ella tendría unos doce años, y mi madre aún tenía a Cristobal pequeño y Manolo  por lo que mi madre la utilizaba de niñera, Nieves se quedaba en casa a cuidarnos mientras mi madre iba a la compra. La verdad es que era divertido quedarse en casa mientras ella cuidaba a mis hermanos, en poco tiempo me dí cuenta que lo que me atraía de jugar con ella no era precisamente lo divertido de los juegos (jugar al escondite era nuestro preferido). Fué en estas fechas cuando la líbido se despertaba y los deseos se alborotaban. 
Pero sólo era una revolución interna de mi primer sentimiento por una "mujer", para mí era algo muy especial e importante, pero que lógicamente, no coincidía con los pareceres de Nieves, que la pobre no compartía mis arrebatos, por lo que en un tiempo de no sé cuántos meses, (casi un año), me trajo por el camino de la amargura, hasta que un día, habíamos quedado en el cine, y ella no llegó, me quedé esperando en el gallinero, donde siempre nos sentábamos, cuando acababan los anuncios publicitarios que ponían antes de la película, recuerdo la última canción que pusieron que era "cuando salí de cuba" de los tres sudamericanos, me supo tristísima y me dejó tan mal sabor de boca que no se me olvidó aquel momento hasta ahora. Estaba muy triste, no sabía por qué ella no vino a la cita, pero no tardé en saberlo, al salir del cine algún "amigo" me indicó haberla visto con otro chico (mayor que yo, tal vez de su misma edad). Después no fue necesario decir nada, ya que nada había entre los dos, sólo era una ilusión que solo yo sentía, pero fue terrible, la sensación de dolor y de abandono, desconsolado y triste me quedé durante el resto del invierno aquel (fue mi primer amor, aunque unilateral, pero mi primer desengaño).



Con once años, 1967-1968, curso estudios de 1º de bachiller, que lo hago en el Colegio Virgen de Regla de Chipiona, colegio de franciscanos. Es un año con muchos recuerdos pero pocos son nítidos.


Se que jugaba en el equipo de baloncesto del colegio, aunque no demasiado tiempo, recuerdo comenzar a jugar, el entrenador un seminarista, pero en poco tiempo desvio mi actividad al atletismo, hago carreras de cien libres, mil quinientos y cinco mil, o sea que hacía velocidad, fondo y medio fondo, además lanzaba pesa y saltaba tanto longitud como altura. Tenía grandes cualidades de atleta, no destacaba muchísimo en todos, aunque quedaba bastante bien por equipos, pero tampoco teníamos preparadores personales, había un franciscano (Padre Pino, que se ocupaba de tos y de todos).
Aún recuerdo aquellos viajes a Jerez, El Puerto de Santa María, Cádiz..., ocho o diez críos camino de una competición en los distintos pueblos gaditanos, hacinados en el suelo de una furgoneta de carga.
No lo pasé mal del todo, fue muy entretenido el año, lo malo eran los profes que teníamos, Padre Ángel Nebreda (el director), Padre Martín (matemáticas), Padre Pino (manualidades).... y no recuerdo mas.
También hubo un intento de cantar en el coro del Santuario de Regla, pero me obligaba a asistir a misa dominical y a ensayos previos, además me pilló en pleno cambio de voz, era todo un espectáculo, no había manera de ordenar aquellos gallos que brotaban de mí. No duré demasiado en esta coral.
Fue uno de los profesores el que me dio a leer mi primer libro sin dibujos, algo mas serio que los cómics del Capitán Trueno o del Jabato, una trilogía, compuesta de tres diarios sobre tres adolescentes, cada parte era una obra completa y se llamaban "corazón de cristal", "caminos de hierro" y la otra no recuerdo su título, pero sí recuerdo la impronta que me dejaron aquellas obras, me marcaron para siempre.



Un elemento que recuerdo con cariño de aquel año, fue Manuel Torices "Carateja", un compañero, su padre era el dueño de una bodega (el castillito).
Esta bodega era donde mi tío Joselín, en los veranos, después de cada jornada de baño en la playa, nos recogía a todos (familias de mi tía Pepa y la mía) y nos llevaba al castillito a tomar una copita de moscatel. Esto era costumbre diaria en verano, pero la cosa es que algunas veces, por descuido de nuestros mayores (o tal vez con su fingido descuido), en vez de una, nos tomábamos varias, y acabábamos medio cogorzas, alguno de los críos llegábamos a casa con una alegría y un apetito voraz.  Esta actividad turístico-bodeguera de los veranos la recuerdo desde hacía muchos años.
 Pues el hijo del dueño de esta bodega, era este compañero, Manuel, el cual era un poco lanzado en algunas cosas y carecía de la vergüenza que que a mi me sobraba, le encantaba cantar, cosa que hacía fatal, casi peor que yo, pero al verlo y oírlo, yo me animaba y cantábamos todos los días camino al colegio de los curas, menos mal que no encontrábamos a nadie en el recorrido, pues era una pena oírnos cantar el "Anduriña" de Juan Pardo.




Cuando llegó el verano 1968, vinieron (como era habitual) las turistas, sevillanas casi todas, esto pintaba bien, el pueblo se llenaba de chicas, estaba mas revolucionado que nunca, con doce años que tenía, estaba que me subía por las paredes, sobre todo con una chiquita de unos doce o trece años, que pasaba las temporadas de verano en casa de mi abuela a quien alquilaban unas habitaciones.


Esta fue la que me hizo olvidar a Nieves, y se llamaba Lucía, su padre creo que era policía nacional, tenía una hermana mayor que era hippy, al menos eso me parecía, la que se había quedado embarazada (soltera) en aquellos tiempos, fue un escándalo del que nadie hablaba.
Lucía, era una niña rubia, con el pelo agraciado y nariz respingona, largas pestañas, una sonrisa pícara y de complicidad, lo que hacía que perdiera la cabeza por ella cada vez que la veía, pero como no, todos estábamos enamorados de ella, todos los que circundaban la edad revoloteando a su rededor sólo para recibir de ella una mirada o una sonrisa, y es que en aquella época nos conformábamos con poco.
Nunca olvidaré, sentados en corro, en la playa, sólo con el bañador, jugando a las prendas, la picaresca que ninguno tenía, a ella le sobraba. Eran días del despertar, eran días felices.



Este verano, para costearme mis cosillas, como en otras ocasiones, me iba al campo de mi abuelo a las tareas de la huerta, y más tarde a la vendimia donde ganaba unas perritas, además de ir a las clases de verano pues había suspendido alguna asignatura de 1º de bachiller (francés y latín). Para ir al campo, como era muy temprano, antes del amanecer, no tenía problemas, ya que no había nadie en la calle, pero al volver, por la tarde, me escondía en cada esquina para evitar que ninguna chica que me conozca me pudiera reconocer, me daba vergüenza que me vieran de la guisa de campesino. 


Aquel verano de 1969, visitaba a menudo la casa de mi abuela, estaba todo el tiempo al rededor de Lucía, también se venía a la playa con nosotros, ya que mis primos y mis hermanos, íbamos a la Playa de la cruz del Mar juntos, así que en los juegos playeros intentaba estar cerca de ella, aunque era obvio que ella tampoco tenía mucho interés en mi esquelética persona. También mi primo Miguel, estaba por sus huesos, o al menos pujaba por llamar su atención, no se si sacó algo de aquella insistencia con que la agasajábamos, pero ella era bastante avispada y nos daba (con nuestra edad) diez vueltas a cada uno, ella salía por las noches en otros ambientes y creo que aspiraba a otro tipo de adolescentes, algo mas creciditos. 


Como con Lucía no tenía aspiraciones claras, decidí cambiar de táctica, así que formamos una pandilla, Curro Lozano, Antonio Valdés, Antonio Jimenez y yo, en la casa de la tía de Jimenez, al fondo del patio, tenía una antigua cuadra o pesebre, y decidimos hacer allí nuestro lugar de reuniones, con música y bien ambientado.  Hicimos un buen trabajo, suelo con luces de colores intermitentes, paredes arregladas con posters de cantantes de moda, lugar para el tocadiscos, pista de baile, sillones de obra forrados y acolchados... todo una discoteca super coqueta, tenía un sistema de encendido al abrir la puerta, se ponía en marcha el tocadiscos con el tema "Love Story".


El único problema... ¿donde estaban las chicas?, pues la hermana de Antonio Jimenez,  tenía dos amigas, Socorrito y otra que no recuerdo su nombre creo que se llamaba Gloria, estas, eran nuestras primeras parejas de baile, y nos hacían compañía en nuestros primeros lances agarrados, pero no duraron mucho, ya que después de casi un año comenzamos a merodear exteriores.

El curso siguiente (2º de bachiller), lo hice en Sanlúcar de Barrameda, en el Instituto E.M. Francisco Pacheco, al que tenía que ir en autobús escolar. Este era el primer año en que las aulas se admitía el alumnado mixto, chicos y chicas compartiendo pupitres, mis compañeras Armengol y Barragán fueron las culpables indirectas de misma notas al final del curso. Sin embargo, en las prácticas deportivas no me podía quejar, estuve federado en múltiples disciplinas, pero sobre todo me apasioné con el voleybol.


Al llegar el verano siguiente, Antonio Valdés, Curro y yo, salimos decididos a encontrar chicas para salir, y dimos muchos lances.... muchos y fallidos, aún no dominábamos ninguna táctica, pero conocimos a un grupo de chicas de Sevilla, entre las que se encontraban Blanca (con una manchita en la frente), muy guapa y elegante, Asun (de La Algaba), muy simpática, Mari Carmen (la india), éramos una pandilla heterogénea y  curiosa, pero nos llevábamos muy bien, entre los chicos, Antonio era campesino, aunque siempre vestía como un dandi y trataba ser delicado, cosa que conseguía sólo a veces, Curro, carpintero, agradable en el trato, y muy buena gente, era como era, él mismo, y finalmente yo, estudiante de bachiller, aunque lo de estudiar lo llevaba con mucha filosofía, con un gran sentido del ridículo (vergonzoso). Las chicas eran tan distintas como nosotros, pero nos compenetrábamos muy bien.


Era mi primera relación de amistad con chicas en pandilla, pero el verano se fue y otra vez vuelta a la rutina del instituto, los deportes (a los que era muy aficionado, como atletismo y voleibol),
Por otro lado, había conocido a mucha gente en las clases de verano, sobre todo muchas chicas, cosa que no me disgustó. creo que fue un presagio para otros años.
  
Comenzaba 2º de bachiller en el instituto Francisco Pacheco de Sanlúcar de Barrameda, después de haber aprobado las dos asignaturas que me quedaron para septiembre.  Aquel autobús destartalado que nos llevaba y traía desde Chipiona a Sanlucar, donde en el transcurso de su recorrido que sólo distaba ocho kilómetros, tardaba casi una hora.
La novedad era que las clases las compartíamos chicos y chicas mezclados, por lo que las pasaba canutas, no estaba acostumbrado a tener chicas en rededor todo el día, estaba que no daba pie con bola, sobretodo con mi compañera Armengol, la cual en los exámenes acostumbraba a copiarte las chuletas hasta debajo de las braguitas, cosa que cuando se subía la falda yo ya no tenia examen que hacer, pues me quedaba la mente en blanco y el tiempo desaparecía de mi mundo hasta que sonaba la campana y Armengol se bajaba la falda. Alguna vez me miraba (imagino a mi cara embelesada y boquiabierta) y me decía "no mires y copia", pero aquello me sonaba incomprensible.
Fue duro estudiar en aquellas condiciones, una enorme rubia a mi izquierda (Armengol) y una fantástica morena a mi derecha (Barragán), era muy duro las feromonas andaban muy revueltas y no dejaban que me centrara.



Eran días de mucho relax social, sólo los fines de semana salíamos de paseo, aunque ya el local "Love Story" no funcionaba, no recuerdo por qué motivo, Antonio Jimenez ya no entraba en las salidas salvo algunas excepciones, no obstante, el resto seguíamos y además, Blanquita y las otras chicas, seguían viniendo muchos fines de semana, lo que hacía menos monótono el largo invierno.


En un cómic infantil, recuerdo que en la última página venían chicos y chicas que pedían correspondencia con otros chicos y chicas, no se por qué, pero me llamó la atención un anuncio de una niña de Cáceres Charo Baltasar, tenía mi misma edad y parecía interesante. Le escribí, me contestó, me pareció simpática e iniciamos un carteo continuado, en el que la amistad fue la base de nuestras conversaciones y como en aquellos tiempos no se podía pensar en el acercamiento repentino, ni se pensaba en el futuro tan lejano como para pensar en algo mas de una relación semejante, solo cabía  una amistad sincera y limpia, donde encontrábamos nuestro pañuelo de lágrimas o el confidente que nos sacia el deseo de contar aquello incontable. 


Salvo esta circunstancia que hacía novedoso cada diez días recibir noticias de Charo, el resto del invierno era como el letargo de los osos, hasta la primavera avanzada quedábamos inactivos de cuerpos y mentes, deseando que el buen tiempo regresara y con él la diversión, las chicas y la aventura.



El curso de nuevo cojeó en otras dos asignaturas, creo que las mismas, lo que me hizo tener que soportar la dichosa riña de mis padres y prometer esforzarme, pero lo que realmente me importaba era la llegada del verano.


Este verano me dediqué casi en exclusiva a la pandilla, con la que pasé muy buenos ratos, además de hacer algunos pinitos (sin resultados importantes) en el colegio donde asistía a las clases de verano.


Lo que no recuerdo bien es la situación que tenía en el estamento de la pandilla, por que Curro se estaba emparejando visiblemente con Asunción, Antonio menos visiblemente, pero de alguna manera lo hacía con Mari Carmen y se suponía que yo lo hacía con Blanca, pero esta era muy seca, y estirada, no conseguía avanzar en nada, una vez en el cine le metí la mano por la espalda, debajo de la blusa y me dejó sorprendido con un grito enorme, llamándome pulpo, pero a tal grito, acudió el acomodador y todo el cine pendiente de mí, (¡qué bochorno!, con lo vergonzoso que soy...), por lo que mis intentos posteriores no se sucedieron con mayor éxito, me hizo pensar en otra de la pandilla, pero como ya se habían establecido las parejas... no tuve mas remedio que aguantarme.
Realmente, Blanca no tenía el menor interés en mí, pero bueno, lo pasábamos bien en la panda.


Es una época en que se cambia mucho, son tantos los cambios internos y externos que es muy difícil ordenar los vínculos de la experiencia con los descubrimientos, es toda una aventura en lo desconocido, donde nada es igual que antes y todo parece llegar en el momento inapropiado. No obstante, son días felices.


El futuro para mi, casi no existía, vivía el presente como cosa fundamental, el día de mañana sólo se quedaba en una esperanza lejana a la que aludíamos sólo cuando alguien preguntaba por el, entonces recordabas que de mayor quería ser... Militar, pero no pensaba en el año que viene, ni en el mes que viene... y mucho menos, en trabajar para ello, o sea en estudiar para sacar el curso que había comenzado (3º de bachiller), que por una cosa u otra, con 14 años ya tenía que tener las ideas arregladas, pero sólo me preocupaba el dichoso presente y mis salidas de fines de semana. 


No me gustaba nada, pero nada, la idea de estudiar y creo que la mayor parte del problema estaba en que tenía muy claro el futuro profesional que había elegido, ser militar, sólo me exigía unos estudios mínimos, ya que aunque mi padre me animaba y de alguna manera me exigía prepararme para los mayores cargos dentro del Ejército (prepararme para ir a la Academia General de Oficiales), a mi lo que me llamaba del Ejército era ser Sargento, era una visión infantil que adopté para albergar mayores esfuerzos, ya que cuando se es niño es lícito pensar en el Sargento como protagonista de las novelas de Hazañas Bélicas y Sargento Gorila, famosos por la época, pero cuando uno ya va creciendo debería darse cuenta que las posibilidades pueden ser mejores cuando las condiciones son idóneas, pero no quise cambiar la idea primera, por lo que rechazaba cualquier esfuerzo superfluo a mis pretensiones, es decir, no quería estudiar.


Efectivamente, el curso lo terminé como siempre, dos o tres cates, que me obligarían a asistir a clases de verano, perdiendo de esta manera un tiempo precioso de playa y estar con la pandilla, ahora que necesitaba tiempo para rondar a Blanca, no disponía de el, porque dependiendo de los horarios de las clases, podía perder toda la mañana (a veces la tarde también). Me estaba equivocando, pero era muy testarudo. Ahora estaba federado en un equipo de voleibol de Sanlucar, los fines de semana iba a entrenar o jugar, y de alguna manera evadía la realidad que mis padres me querían hacer ver.


Cuando las cosas no estaban como debían, siempre recurría a mi amiga del alma a la que nunca menciono, pero siempre estaba en mi vida, Charo, de Cáceres, aún no nos conocíamos personalmente, ni hablamos por teléfono, pero nos escribíamos una o dos cartas semanales. Ya por esta época, nos hablábamos en plan de novios, nos decíamos que nos queríamos en nuestras letras, pero era una cercanía, una amistad que fué creciendo con la comunicación y sin reproches de ningún tipo, era una bonita relación que en este tiempo no sabíamos donde iba a terminar.

Siempre se me dio bien el dibujo, me gustaba hacerlos y después regalarlos, sobre todo a las amigas, sabía que mi padre lo hacía muy bien y mi abuela paterna también, yo me sentía orgulloso de sacar algo de ellos, pero el dibujo me quitaba del tiempo para estudiar, era una de mis perdiciones, cuando me sentaba a preparar mis clases, o exámenes, siempre terminaba con el lápiz y un papel, cuando me daba cuenta se me había pasado el tiempo y sólo había sacado una bonita imagen con sombreados muy vistosos, pero el examen lo suspendería por no prepararlo, lo los ejercicios que tenía que llevar no los podría entregar porque no los había hecho.


Años complicados aquellos (y falta de conocimiento).



Con mucho esfuerzo en el verano, y descuidando las relaciones con la pandilla, y con Blanca (con quien realmente no tuve ninguna relación, salíamos en la pandilla y me soportaba mis tonterías pero nunca salimos como pareja), saqué las asignaturas que me quedaron pendientes, pero no me quedó muy buen sabor del verano.


Sólo la relación amistosa con Charo, que a la vez que pasaba el tiempo se volvía mas sólida, a pesar de que no la conocía mas que por las fotos que me mandaba, había un sentimiento especial para ella, aunque en aquel tiempo no quería definirlo no cabía duda que me estaba enamorando de ella.
Por cierto, las fotos decían de ella que era una chica muy guapa, morena, el pelo corto, delgada y una sonrisa preciosa, los ojos oscuros y de un brillo especial, y sobretodo, su forma de vestir, elegante, con buen gusto, la hacían doblemente atractiva.


Septiembre de 1970, comienzo mi 4º de bachiller, yo recuerdo haber dicho a mi padre que no quería estudiar, que ya para lo que quería, ya tenía bastante, y mientras me llegaba la hora de irme al Ejército, buscar un trabajo. Mi padre como es lógico, se negó en rotundo y continué el curso normalmente, aunque con muchas reticencias.


No fue muy buen año, las notas parciales (trimestrales) no eran muy buenas, presagiaban un mal final, pero no puse los medios oportunos para corregir la línea que llevaba, sino todo lo contrario, mis amigos no estudiaba ninguno, por lo que salía casi todas las tardes y noches, a pesar de que mis padres me lo reprochasen, cumplí 15 años (marzo 1971), y aquello fue para mí como la mayoría de edad (no entiendo por qué), creo que era una edad en la que se suponía que de alguna manera te daba unas prerrogativas especiales, y creo que la única prerrogativa que me trajo fue la inconsciencia.

De pié: Cristóbal, Manolo, yo y Antonio Luis;  sentados mi padre con David y mi madre con Conchi

Mi única alegría era, en aquellos momentos de incertidumbre, la de volcar mis esperanzas en quien me escuchaba, Charo, la involucré en mi obsesión de hacer de mi capa un sayo, nadie me entendía, y no sabía ya a quien acudir, mi hermano Antonio Luis ya estaba en 6º de bachiller, no le iba mal, pero yo era el garbanzo negro, mi primo José Antonio, me pisaba los talones, el venia un curso detrás mía, estaba en 3º y sacaba nota de sobresaliente en casi todo, su madre (mi tía Manuela) se lo pasaba a la mía por las narices todos los días, aquello era mi perdición.

Como decía, Charo era mi única forma de escape, ademas ya sentía atracción hacia ella, y por la amistad y confianza que teníamos, al final sin saber cómo, empezamos a tratarnos como novios.... Y yo pensaba a menudo, de qué manera se puede ser novio de una chica sin haberla visto nunca, ¿por correspondencia?, no era una situación normal, pero de alguna manera yo quería a Charo, y aún no sabía cuanto.

El curso finalizó, y no me sorprendieron los cuatro cates que me pusieron.

      Fue un largo verano de rencillas internas, yo por un lado buscaba la forma de irme al Ejército voluntario, pero aún no tenía edad, por otro lado mi padre seguía insistiendo en la necesidad de terminar con mis estudios y sacar el bachiller superior, pero yo no estaba por la labor de entender la situación, fui muy terco y el verano comenzó sin asistir a las clases de apoyo, busqué trabajo, en el Alay Club, limpiando pistas de tenis, de portero por las noches en este sitio, en el campo con mi abuelo, camarero en el bar...... ya tenía mas gastos y la verdad es que me venía muy bien ganarlo, aunque a la vez que lo cobraba, se lo entregaba a mi madre, y ella se encargaba de que cuando salía por la puerta, en mi cartera siempre llevaba más dinero del que podía gastar, sin tener que pedirle nada.


La playa, quedó en segundo término, pero la pandilla seguía siendo mi escape, aunque no tenía mucho futuro con la "amistad" de Blanca. A estas alturas, me gustaban mas las otras chicas de la panda, pero ya..., en fin, que no me comía una rosca. A veces, intenté fijarme en las chicas del pueblo, pero estas, parecía que me ignoraban, no tenía nada que hacer por este lado, por lo que la única salida que encontraba eran las de fuera, y al tiempo que criaba fama de esto, las del pueblo, más se alejaban, como la pescadilla que se muerde la cola.


    Fueron mis primeras entradas en las discotecas, Doña Amparo, Las Lanzas, Long John, Alay, Mohama...fue todo un descubrimiento, y una forma de desviar la atención de los problemas.

También mis primeras copas, en aquella época no te pedían el carné para servirte, aunque no era demasiado bebedor, controlaba bastante bien.
De esta forma, trabajando duro, con muchas diversiones "sanas", pero sin estudiar, pasa el verano, y cuando llega la hora del examen en septiembre, decido no presentarme y repetir el curso el año siguiente, que decido hacerlo por libre.
Comienzo fuerte, cuando se inicia la temporada de estudios, mi padre estaba de director del Grupo Escolar San Miguel, yo lo acompañaba al colegio, y me dejaba algún sitio para estudiar, lo que hacía hasta la hora de marcharnos a casa, por las tardes seguía trabajando en las pistas de tenis del Alay, o bien me iba al campo de mi abuelo.
Los fines de semana, por las noches, nos íbamos Antonio, Curro y yo de discotecas.
Fue corto el invierno y pronto llegó la hora de rendir cuentas al examen de junio, es cierto que no había estudiado demasiado, pero como estaba repitiendo, yo estaba seguro que tendría posibilidades de aprobarlas todas o casi. Pero está claro que no iba a ser tan sencillo, saqué los mismos cates que el año anterior, por lo que me quedé con el mismo panorama que el verano pasado, y el bachiller elemental sin terminar.

Tengo dieciséis años, corre el año 1972, no tengo las cosas muy claras, mis padres no están contentos con mi postura, pero saben que me queda poco para irme al Ejército como voluntario, por lo que creo que no me presionan, eso si, trabajando, y sin hacer tonterías. Yo siempre he sido bastante formal en el sentido de no dejar mal a mis padres, ocupar el tiempo en cosas sanas, aunque ya hubiera ocupado el tiempo en estudiar y me hubiera ido mucho mejor, pero en aquellos días no veía las cosas tan claras como ahora.

El que suscribe, Curro y  José "el rosquilla", en la azotea de la casa de Curro.
En este verano, conocí al "rosquilla", me llamo la atención, porque a el también le gustaba la pintura, pero el, hacía un curso por correspondencia de dibujo, y la verdad es que lo hacía bastante bien, me dio cierta envidia sana, ya que a mi me hubiera gustado dedicar al dibujo o la pintura (mi sueño), mas tiempo, pues el que le dedicaba era por que se lo quitaba a los estudios (como siempre), por lo que el dibujar era para mi una especie de cargo de conciencia que había que retener.
El caso es que para mi, se ha convertido el estudio en una tara que me pesa, no veo el momento de quitármelo de encima, es como si fuera este el que me impide irme  donde quiero, sin darme cuenta que me dedico a perder un tiempo precioso que nadie ni nada me ha de devolver.

El tema de la pintura, ahora que aparece en estas líneas, debo aclarar que desde siempre me atrajo el arte y la pintura, el primero en general, el segundo con locura aunque jamás había cogido un pincel.

Siempre pensé que la pintura era cosa de ricos o personas acaudaladas, el hijo de D. Ricardo, maestro de Cristo de las misericordias, donde estudié la EGB, lo veía algunas veces, utilizando el trastero del aula para meter lienzos y material de pintura, ademas de un montón  de revistas donde se inspiraba para sus modelos o pinturas, de estas revistas, algún Play Boy, que gustábamos lo niños ver alguna vez que dejaba la puerta sin cerrar con llave.
Por eso, nunca pedí a mis padres que me iniciaran en el mundo de la pintura, además de que en mi casa no había sitio ni para respirar. No se dieron en definitiva las circunstancias favorables que me hubieran hecho cambiar tal vez la trayectoria de mi vida profesional, así que me dediqué a esperar mi hora, hora en que me desprendiera de todas las ataduras y navegar por mi mismo.

Este verano, conocí a mi amiga C..., una chica guapísima, inteligente, abierta y que además tocaba la guitarra y cantaba estupendamente, ojos claros y pelo moreno, sólo tenía un problema que hizo que mi madre saltara por los aires cuando se entero de que estaba saliendo con ella, una de sus piernas necesitaba un aparato de articulación porque había padecido polio. Esta chica era de Sevilla, vivía en el barrio de Los Pajaritos.

C..., estaba en Chipiona veraneando, la diferencia de su carácter con el de Blanca era enorme, me sedujo su naturalidad en las cosas que hacía y no le cortaba nada que ella le apeteciera, subía en mis hombros, al tener el pecho muy des desarrollado, le caía sobre mi cabeza, a ella eso le hacía mucha gracia y no le importaba que saltara y corriera con ella en los hombros, la gente miraba y murmuraba, tanto que esta imagen llegó a mi madre a través de la gente (chismosa) del pueblo, cuando en casa me preguntó por ese particular, le dije que sólo era una amiga,  como era cierto, pero mi madre quiso ir mas allá y para evitar algo mas, me prohibió salir con ella, sobre todo porque era "coja", que de tantas como tenía para elegir, no eligiera esta.
La reacción fue inmediata y desafortunada, ya que ante una negativa de este tipo, me revelé inconscientemente y sin darme cuenta, estaba saliendo con ella declarándole mi amor, a mi no me importaba que me vieran con ella en cualquier forma y menos por su defecto físico, pero debo reconocer que fue una cabezonería, sólo un arrebato.
Recuerdo haber ido con ella a ver el concierto de Rosa León, en el cine de verano (Alvarez Quintero), fue fantástico, mi primer concierto de música, y la que se lió cuando a mitad de concierto dejó de funcionar el sonido y después de mucho ajetreo, Rosa decidió seguir cantando sin micrófono, fue bestial.
Se que fui una vez a Sevilla a verla, la primera vez que fui a Sevilla, me fui en autobús, y cuando llegué al Prado de San Sebastián, pregunte por Los Pajaritos, me dijeron mas o menos la dirección y allí voy yo, caminando, sin saber que había dos horas caminado hasta la barriada, cuando llegué, era la hora de darme la vuelta, no llevaba ni una peseta mas que las necesarias para el viaje, por lo que la saludé y me volví. Nos seguimos escribiendo.


En el Instituto 
Como me propuse de nuevo seguir "estudiando" por libre, el año sabático estudiantil se repite, este año, estudiaría las que me quedaron de 4º y 5º entero. Pero la realidad siempre es diferente a las pretensiones de quien no está por la labor.
Pasan los días y a mi me parecen eternos, ya estamos en 1973, tengo 17 años, incluso me he cambiado el loock, me he cortado el pelo a lo militar, para ir mentalizándome, aunque en estos momentos no me podía hacer a la idea lo que me esperaba en el Ejército. 
Si que seguía preparándome físicamente, hacía deporte, continuaba visitando las canchas de voleibol, y hacía carrera de fondo, sabía que donde yo quería trabajar, iba a necesitar preparación física, pero no supuse el problema cultural, que tendría mas adelante para mi futuro profesional unas consecuencias con las que tendría que convivir el resto de mi vida y que me habría de acordar tantas veces de la pérdida de tiempo tan inútil que protagonicé durante estos años.

No se en qué momento ocurre que de ser el que mas baila de todos, paso a odiar el baile, no se si es cosa de los cambios hormonales o de un subidón de vergüenza, pero esta situación nueva, habré de sufrirla durante mucho, mucho tiempo, sin embargo, seguimos visitando las discotecas con frecuencia.


Por estas fechas, muere mi abuelo Antonio Luis, es una pérdida que me afecta mucho, por que lo quería y pasaba mucho tiempo con él, le gustaba que le leyera libros que el compraba sobre la tauromaquia, desde hacía cinco o seis años, que estaba delicado, por distintas trombosis que padeció, y ya le costaba moverse, a lo que mi abuela siempre me reclamaba para que la ayudase a acostarlo o lavarlo o moverlo de un lado a otro. Siempre me acordaré de él y siempre lo recordaré con aquellos cuadros llenos de fotografías de toreros antiguos,



Curro y yo en Regla (de domingo)
Pronto llegaría el verano, no me presenté a examen, lo que me arrastró nuevos problemas en casa, como siempre, me protegí en el trabajo estival, ya que la playa no la vi durante mucho tiempo.
No se que relaciones barajé este año, creo que varias a la vez, pero me es imposible recordar los órdenes y fechas, fue un poco alborotado, Asunción y Mari Carmen ya no la acompañaba Blanca, vinieron esta vez con unas chicas nuevas también de Sevilla, con las que salíamos. Estrenamos una discoteca nueva en el sótano del Hotel Cruz del Mar, recuerdo que tenía una salida a la playa, me encantaba, fuimos varias veces, pero se pierde el recuerdo en otras de las que no dejaron en la memoria ni tan siquiera el nombre.
Fue un verano, como digo muy revuelto, en el que ni tan siquiera recuerdo haberme propuesto la recuperación en estudios ni la perspectiva de proyectos serios o trascendentes, un verano vacío e insulso que no me aportaría nada mas que pérdida de tiempo.
Ya finalizando estas "largas" vacaciones, me doy cuenta de  la necesidad de hacer algo mas que estar de brazos caídos, y me involucro en la lectura, la historia, que fue siempre una de las materias que me hacían vibrar. Leo por aquel entonces La Ilíada, La Odisea, textos sobre arqueología y sobre todo, aquello que se refiere al comienzo de las culturas... era un mundo que me fascinaba, pero no dejaba de ser una forma de evadir mis responsabilidades.
Ya no estaba en mi vida C..., lo único que tuve con ella este verano, fue un día me vino a ver su hermana, una chica muy guapa de unos veinte años, la cual me increpó y se descargó bien conmigo, incluso me insultó, con la idea de que yo hice creer a C..., que la quería, que la hice ilusionarse y después la dejé, que a una chica en su situación le hacía mucho daño y que el culpable era yo. Si soy sincero conmigo mismo, no tengo en este momento ni la mas remota idea de qué es lo que pudo ocurrir, se que nos escribimos durante el invierno, y que con el tiempo se enfriaba aquella relación, no se si un día se lo dije por carta (en aquella época, el teléfono era algo poco usual), o simplemente ella lo dedujo, si era cierto que yo no sentía por ella amor, sino mucho cariño, eramos buenos amigos, y nunca hubo mas que una relación limpia y cariñosa. Por este motivo, todos aquellos insultos y regaños por parte de su hermana, me dejaron un poco fuera de juego, ya que yo no quería dar importancia a su deficiencia, pero todo el mundo se la daba, incluso los suyos y ella misma, según entendí.




Mi padre me contaba sobre los pintores chipioneros: Montalbán y Sardi, que él fue maestro de ellos, que tuvo que proponer en cierta ocasión a uno de los dos para una  beca para cursar bellas artes, y con esta difícil tarea, decidió hacerlo apostando por J. I. Sardi.

Los dos son hoy unos fantásticos pintores, bueno, Sardi murió en 2.005?, sobre todo este último, con sus estupendas marinas, insuperables.
De esta manera recuerdo la envidia sana que me daba ver el estudio de Sardi (se veía desde el balcón de mi casa), pues vivía cerca, me lo imaginaba con la bata manchada de pintura, caballete desplegado y pinceles en ristre... siempre pensé que algún día, yo caminaría por esa alfombra de ilusión y creatividad, pero en aquel momento, todo era muy reducido en cuanto a posibilidades.

1974, en el que cumplo mis dieciocho añitos, es el momento de hablar de hombre a hombre con mi padre, este se sienta conmigo y me atiende, le expongo mi voluntad decidida y conocida por él, de irme a hacer la mili como voluntario, con la idea de quedarme en ella, para ser militar como lo es mi hermano Juan.

Mi padre, no se opone, todo lo contrario, me pregunta que donde me quiero ir voluntario, ya que tenía esa posibilidad de elegir, yo le digo que me quiero ir a la Legión, y mi padre me dice rotundamente que no, por la cara que puso, no se me ocurrió contradecirle, y le propuse la COE (guerrilleros), otra negativa como la anterior, propongo entonces... Paracaidistas?... , no fue necesario esperar su respuesta, pues bien, dije a Infantería si me puedo ir, no??, a esto hizo gesto afirmativo, pero me hizo un inciso para que le escuchara, entonces me habló de un Coronel (Cotro) amigo suyo, de Chipiona, que mandaba el destacamento de aviación en Jerez de la Fra., este, había hablado con mi padre y le había propuesto ya que lo acordaron, que yo me fuera voluntario con el, estaría cerca de casa, y además me dejaría tiempo para estudiar y organizar mi preparación en la vida militar, que con el estaría mejor que en otro sitio.
A esta propuesta, le contesté a mi padre de forma tajante, no quiero ser de aviación, quiero de tierra, y ya que tu no me dejas escoger la unidad, cogeré el sitio que yo quiera.
Mi padre asintió, me dijo que de acuerdo, que ¿donde quería hacer la mili?.
Yo le dije el sitio mas lejano que encontré en el mapa: Fuerteventura. Mi hermano había estado allí, mi cuñada era de allí, se suponía que era un lugar familiar, por lo que aunque era muy lejos, no pusieron mis padres problemas para ello.
Mi hermano creo que en ese momento estaba destinado en Sabiñánigo, ya que había ascendido  hacía poco y lo había mandado forzoso.
Se hicieron los papeles necesarios sobre la marcha, en abril estaba ya todo mandado, ahora sólo quedaba esperar.
Las mariposas se me metieron en el estómago para no salir en mucho tiempo, por fin había llegado el tiempo en que se estaba haciendo realidad el sueño mas grande de mi vida. Pronto llegaría el momento de partir y tomar determinaciones por mi mismo, aunque no quería reconocer que estaba tomando determinaciones hace mucho tiempo y no había acertado en estas.
El tiempo hasta el verano no se hizo esperar y este transcurrió deprisa.
No se que fiestas fueron en Chipiona, que aquel día, estaba yo muy enojado, la chica con la que había quedado no pudo venir, y era ya de noche, ¿que hago ahora?, compuesto y sin chica, estaba pensando en esto, sentado en uno de los apoyos de los cochecitos locos de la feria, escuchando la música estridente de estos aparatos, entonces vi en la otra parte de la pista una chica que conocía del instituto, pero que nunca llegué a entablar con ella, realmente no era mi tipo, pero en esos momentos no se me ocurría otra cosa, así que me dirigí a ella, y haciéndole ver con sorpresa que me alegraba encontrarla, le pregunté si se encontraba sola, me dijo que estaba esperando a unas amigas, pero aún no habían llegado, me las ingenié para sacarla de allí y se olvidara de las amigas, no se como se sucedieron las cosas, pero fuimos a bailar, pasear, y en algún momento a solas y a oscuras en un beso que nos dimos, una luz nos alumbra, y la sorpresa de ella exclamando ¡prima!, nos habían pillado en una tontería, pero sirvió para que el pueblo entero lo supiese, entre ellos, mi padre, quien con enfado, me llama y me pregunta por la relación que me une a esta chica, ya que es hija de uno de sus mejores amigos.

La siguiente tontería es que le contesto para que no se altere mas (no recuerdo a mi padre alterado en su vida), que lo nuestro va en serio y que no es para aprovecharme de ella.

Mis padres aluden a que soy muy mujeriego, que ando con unas y otras. En el pueblo me tienen como un mujeriego y esta fama llega también a mis padres, nada mas lejos de la realidad, no me como un rosco, en estas fechas aún sigo siendo virgen, no hay motivos para temerme, aunque no es porque yo quiero que sea así.
 De esta manera, me veo medio liado con A..., pero es Charo la que de verdad me hace sentir cosas cuando recibo sus cartas, veo sus fotografías, que por cierto, este verano me ha mandado una, en la que está de medio cuerpo, con una pamela, guapísima, me encandila mirarla.
El jueves 5 de septiembre de este año 1974, recibo un telegrama donde se me dice que con carácter urgente me tengo que incorporar en el CIR 15, en Hoyas Frías (Tenerife), aquello fue una revolución, dice que urgente, así que mi madre me dijo que me encargara de preparar todo, compré una maleta, roja, enorme, donde metí toda la ropa que tenía, no era demasiada, pero no sabía cuando volvería, el viernes por la mañana me fui a Cádiz, a sacar el billete para el barco, mi madre me facilitó el dinero para ello, y cuando me dijeron que para cuándo, dije que para el primero, o sea, que el sábado 7 (al día siguiente).

No hubo tiempo ni de despedidas ni de nada, casi sin darme cuenta, no recuerdo palabras de mis hermanos, ni despedida de familiares, aunque sé que lo hice, si recuerdo las lágrimas de mi madre, yo la consolaba diciéndole que tenía que buscar un futuro y este era el mío, me dio entonces un sobre, en su interior había cinco mil pesetas, y me dijo en voz baja "si algún día te arrepientes de irte voluntario, te coges y te vuelves a casa", lo guardé, a pesar de que sabía que no lo haría, de ninguna de las maneras podía volver con el rabo entre las piernas, ahora tenía que afrontar mi futuro, sea el que sea. 


El sábado día 7, a las siete de la mañana, víspera del día de la Virgen de Regla, fiestas grandes de Chipiona, salí de mi casa con mi maleta nueva, no quise que nadie me acompañara a la estación del autobús, por lo que solo, en el asiento, meditaba mi nuevo e indeterminado destino, solo, como en este momento, me habría de ver muchas otras veces, el sentimiento de la soledad es terrible, aunque sea por la propia voluntad cuando se hace para no molestar a otros, jamás olvidaré aquel sentimiento al partir, fue un sentimiento tan profundo que queda para siempre.

    Mi falta de conocimientos y de información, añadidos al deseo imperante de comenzar lo que yo intuía (sabía) mi porvenir, mi vida de “hombre” (sobre todo independiente), no dudé en disponer todos los mecanismos para la marcha más rápida.

         No sabía que tenía que presentarme en la Caja de Reclutas de Cádiz, donde me darían el petate con lo necesario para el viaje, el billete del barco y organizar el viaje con el resto de los mozos, pero como no, este caso era el mío, no podía ser de otra manera, hubo en la tramitación de mis documentos algunos despistes y traspapeleos, de manera que directamente de Canarias me citaron sin mas información ni directrices que aquel telegrama, pero claro, ¿qué iba yo a saber?.
      
Era muy lejos donde me iba y no sabía cuándo volvería, lo que ya si sabía era que ya aquella casa de mis padres, en Francisco Lara y Araujo “pisos de los maestros”, 1º dcha., ya no volvería a ser la casa donde yo viviera, sabía que cuando fuera de nuevo a ella sería sólo de visita, por lo que hice la mudanza completa, la maleta era lo suficientemente grande y mi vestuario lo suficientemente pequeño como para que todas mis pertenencias, al menos las que quería conservar, cupiesen en ella.
         Los nervios, por lo trascendental del momento, consiguieron que la despedida fuera fría y sin darme cuenta de la emotividad que embargaba a mi madre, mi mente sólo pendía de la hora de partir.
         En todo caso, el destino que siempre añoré había acabado de comenzar, no quería pensar en lo que quedaba atrás, ni en el futuro incierto, éste para mí no era más que una nube densa y de dimensiones desconocidas, era en fin una aventura envuelta en una ilusión infantil que se convertía en realidad, quería ser militar y allí estaba, el barco que me uniría a mi nuevo destino, tenía una plaza reservada para mí.
         Adiós, mamá, adiós papá, hermanos…, amigos…, llevo un nudo en la garganta, que me presiona hasta el dolor, quisiera llorar, pero soy un hombre y no está bien mostrar debilidad, menos para un aguerrido militar…

          El viaje fue corto en el tiempo pero largo en la imaginación, ¡cuántas cosas pasaron por mi cabeza en aquella hora y media que duró el viaje hasta Cádiz!. Al llegar, con mi maletón y mis bolsas, encaminé al puerto, no estaba lejos, pero sí donde estaba atracado el barco, un marinero me indicó el lugar y desde donde estaba no pude aguantarme la exclamación: ¡joder!, ya podían haberlo puesto mas cerca, pero… ¿quién había dicho que yo no podía llegar hasta allí con todos aquellos bártulos?, me encaminé hasta llegar a la escalerilla de subida a bordo, una rampa empinada y nada apta para tacones femeninos ni para zapatos de suela de piel (deslizante) como los míos.
         El barco era grande a mi parecer, acostumbrado a ver los pequeños barcos de pesca en el muelle de mi pueblo, tenía un rótulo con el nombre en su parte delantera (¿proa?), y en su portón trasero de carga, con el nombre: “Ciudad de Huesca”.

 Subí como pude por la empinada rampa, estrecha hasta no caber mi maleta y yo a la misma vez., sin poder sujetarme con las manos a las barandillas laterales, golpeaba ésta con mi cadera o con la maleta, o enganchaba en ella alguna de las bolsas de plástico que colgaban por doquier de algunos de mis dedos todos ellos ocupados con la sujeción de algo, la barandilla se balanceaba de izquierda a derecha y del esta al lado contrario sin cesar, mis zapatos se empeñaban en retroceder lo que conseguía avanzar con un gran esfuerzo, pienso a veces, que fue un milagro que llegara al final de la escalera sin caer por alguno de los laterales.
Cuando al final culminé aquel obstáculo, me encontré en un salón decorado con cierto lujo que deslumbró a este humilde pueblerino que aún no había asimilado aquello que me ocurría, sucediéndose las circunstancias como un cúmulo indescifrable de situaciones del que mi corazón deseaba salir, pero la razón siempre fría, se imponía con el lema de “quien algo quiere algo le cuesta”.

Como siempre, en la inopia de mis pensamientos, un caballero de uniforme blanco inmaculado, me tuvo que advertir por varias veces que le enseñara mi pasaje, yo ensimismado, nervioso aun, cansado con la dichosa rampa, sin resuello, me llevaba las manos llenas de bolsas, a los distintos bolsillos en busca del dichoso pasaje que como siempre, no aparece cuando se busca, tuve que soltar toda la impedimenta en el suelo del recibidor (todo ocupado con mis bolsas), y entonces con mis dedos libres, fui capaz de encontrar lo que me pedían, aquel señor uniformado con múltiples dorados y entorchados (imponía), mirándome mas que a mí a mis bolsas, me indicó una puerta lateral donde había una flecha que indicaba hacia abajo, se supone que era por allí por donde se iba a mi camarote, así que a ella me encaminé, después de recoger mis bártulos (tardé en recolocar las bolsas en sus dedos correspondientes y que a la vez quedara espacio para la maleta), con paso cansino y de péndulo intentando guardar algo de equilibrio, detrás de la puerta, una empinada escalera tan estrecha como la otra, pero con escalones y sin bascular.
Encontré un descansillo con una puerta, en aquella escalera,  donde indicaba unos números de camarote que no eran el mío, continué bajando, el siguiente descansillo otros números que tampoco lo eran, seguí bajando…, ya estaba un poco mosqueado, pues ya estaba muy profundo, sin ventanas, aquello era semejante a bajar un pozo o una mina, sin divisar el fondo, no obstante  y a pesar que a la vez que bajaba el olor a ¿gasoil?  (era mas fuerte a cada peldaño que bajaba), encontré otro descansillo, esta vez sí que estaba mi número. Entré por aquella puerta tras la que encontré un pasillo en forma de laberinto, tuve que pensar durante un rato cómo estudiar la salida en caso de pérdida, aunque habían colgados cuadros en las paredes con dibujos esquematizados de las plantas del barco, estaba completamente seguro que aquellos planos sólo los entendía el capitán y quien los hizo. Por fin, encontré no sin dificultad, mi camarote, un pasillo central de tres metros de largo por setenta centímetros de ancho, dos camas litera a cada lado, estrecha como para que sólo quepa uno, por mucho que se quiera aprovechar el espacio sólo tiene el ancho de los hombros, si te das la vuelta sin cuidado, te caes, y entre las camas y la puerta, a un lado, un aseo pequeñito (un metro por un metro), y al otro lado del pasillo cuatro taquillas donde uniéndolas no hubiera cabido mi maleta.
Dejé mis cosas en el camarote y me fui a tomar el aire, pues aquel olor a las máquinas (que no debían estar muy lejos), me estaba provocando mareos. Me costó salir de aquel laberinto de pasillos, pero tomé referencias para poder encontrar el camarote de nuevo, subí a cubierta y había mucha gente despidiéndose de otras que quedaban en tierra, al pié del barco, agitando las manos y gritando palabras ininteligibles, era grande la algarabía que había en aquel lugar, me asomé y busqué a alguien conocido, alguien de quien despedirme yo también… pero a todos los dejé atrás, ahora los echaba de menos, ahora necesitaba un abrazo, un adiós, un te recordaré…, pero había que seguir adelante.
A las doce horas, puntualmente, el barco retiró la escalerilla exterior y comenzó las maniobras para zarpar, yo me fui al lugar mas alto del barco, corría el aire, el calor ya comenzaba a notarse, veía con resignación y a la vez con incertidumbre cómo me alejaba poco a poco de la costa, Cádiz se quedaba atrás, y con ella otras muchas cosas, ahora ya nada importaba, lo realmente importante era lo que me depararía este futuro inmediato.




Aquel viaje duró dos días, dos días en los que apenas caminé por la cubierta, pues supe entonces que el viajar en barco me produce mareo, así que aunque intenté pasear por cubierta y emular a los pasajeros de “vacaciones en el mar”, no me fue posible, tuve durante las cuarenta y ocho horas que duró el viaje un mal estar general y unas "fatiguitas" que no se me quitaban, el único rato que no me molestaba era cuando dormía, por lo que procuré dormir todo lo que pude, apenas comí (por aquello que había que ahorrar el poco metálico del que disponía para cosas “más importantes”).
         Al amanecer del día 9 de septiembre del 1974, se vislumbraba en el horizonte luces tenues, unas dispersas y otras agrupadas a una distancia que era imposible calcular, pero se suponía que no estábamos muy lejos de la costa de Tenerife, el barco costeó hasta que el día y su luz terminó por abrir y a eso de las nueve y media o diez de la mañana ya entrábamos en puerto de Santa Cruz de Tenerife.

Bajé a mi camarote a buscar mis cosas, por los pasillos un enjambre de personas con sus maletas y yo, como no, en contra dirección, encontré el camarote (gracias a Dios), y me uní a la corriente humana que seguro que me llevaba hasta la salida, tropezones, empujones, pisotones, todo el mundo quería salir a la vez, creo que no fui el único que lo ha pasado mal en el “viajecito”.
Esta vez bajé la rampa sin problemas, aunque tan cargado como la subí, me llevaban casi en volandas. Una vez abajo, busqué a quien me dijera dónde estaba el C.I.R.15 de Hoya Fría, le pregunté a un señor que me dio la impresión de ser del lugar, muy moreno de pelo y piel, con bigote estrecho y recortado caído casi en la misma comisura del labio superior, piel curtida y agrietada de una edad no muy avanzada aunque tampoco era un chaval, en esa edad en la que es difícil adivinar, puede tener treinta, cuarenta, o tal vez cincuenta, un pitillo sin boquilla colgaba como pegado a aquel finísimo bigote, casi consumido amarillento de un mal quemado y humedecido por la una segregación de saliva involuntaria (imagino). Me dirigí a él, le pregunté por la situación del mencionado lugar y sin palabras, se dirigió a mí sólo con un gesto, me señaló con el brazo extendido acabado en un índice acusador que marcaba una dirección, desde donde estaba en aquella dirección era paralela al puerto, es decir a la costa, yo no supe si es que este señor era mudo o que estaba tan cerca que no se necesitaba saber más, por lo que cogí mis bártulos y me encaminé por las aceras de Santa Cruz en la dirección marcada, una amplia calle que recorrí no sin un gran esfuerzo, terminaba en una plaza con un monumento gigantesco que contenía a unas enormes figuras (se supone que guanches) con enormes espadas, me impresionó, pero no estaba yo para piedras, continué en le misma dirección, la calle se convertía en carretera y poco a poco salía de Santa Cruz, cuando mis fuerzas ya casi estaban al límite, aparqué los bártulos en la cuneta, la carretera se convertía en una elevada cuesta, en el horizonte sólo montañas y yo reventado de caminar con los bultos y la dichosa maleta en la que en ese momento me servía de asiento.
Tomaba el resuello cuando en mi meditación de qué leches hacía yo allí, un coche blanco no recuerdo que marca, paró a mi altura y me preguntó dónde me dirigía, cuando le dije dónde, me abrió desde dentro la puerta del acompañante del conductor y me invitó a subir, se quedó muy impresionado al saber que pretendía llegar andando, claro que yo no sabía que se encontrara a diez o doce kilómetros.  Me dijo que él era Teniente y que iba al mismo sitio, me llevaría hasta el mismo C.I.R., ¡qué suerte!. 


Puerta principal del CIR 15 Hoya Fría en aquella época.

         Eran las seis de la tarde cuando llegamos, el amable señor que me llevó me dejó en el Cuerpo de Guardia, donde me recibió el oficial de guardia, era un brigada, a quien le enseño el telegrama y me explica que los reclutas no se incorporan hasta el quince del mes de octubre, que debía haber un error en el telegrama, me preguntó si tenía familia cerca, le dije que no, o si tenía donde quedarme y me encogí de hombros y negué con la cabeza. Este se fue a consultar con quien correspondiera, y a su regreso, ya de noche, me ofreció un camastro en el mismo cuerpo de guardia para que pasara la noche y al día siguiente ya se vería que medidas se tomaban, yo estaba tan cansado que no tuve mas ganas que de que pasara el tiempo pero en la cama y allí me metí.
         Por la mañana, temprano, me dicen que me tengo que presentar en una Compañía (segunda), para que me alojen y me digan lo que tengo que hacer, así lo hice, por el camino, pude observar lo grande que era todo aquello, pero me extrañó que había muy poca gente. Cuando llegué a la Compañía, el furriel me dio detalles, me habían llamado un mes antes de tiempo, pero ya que estaba allí, me podía quedar, en este momento, no habían reclutas en el campamento, habían jurado bandera y repartido a sus destinos, hasta que no lleguen los nuevos reclutas el mes que viene solo estarán los auxiliares (media docena por compañía), para prepararlo todo. Mientras llegaban los reclutas y resultó que yo tenía el bachiller elemental, cosa poco frecuente en aquella época, dado el porcentaje de analfabetismo, me propusieron colaborar con el furriel para preparar los listados y el material, me pareció estupendo, pues de esa forma estaría entretenido y me iría integrando. Me asignaron una cama, una taquilla... supe donde estaban las letrinas, las duchas, los lavaderos, el comedor... en fin, de momento había aterrizado.
         No tenía aún uniforme ni el programa de instrucción se pondría en marcha hasta el mes que viene, estaría de paisano hasta entonces y el trabajo que haría hasta entonces sería en la oficina del furriel por la mañana, por la tarde me dedicaba a mis cosas,

Me “adoptó” el Cabo Furriel, que estaba muy atareado preparando la próxima venida de los reclutas, necesitaba ayuda con los recuentos, listados, almacén…, en fin que me dieron trabajo, me entregaron ya mi equipo y uniforme, ya que estaba aquí, por lo que durante todos aquellos días que estuve antes que se incorporara mi reemplazo (73/3º), aprendí cosas, me movía en el cuartel como si fuera mío, cogí amistad con los veteranos que se encargarían de la instrucción…, en definitiva, cuando llegaron los reclutas, yo no era uno de ellos, mas bien era un veterano mas, gozaba de ciertos privilegios y un trato preferente, además, al ser el único voluntario peninsular y haber difundido mi deseo de ser militar profesional, hacía que los mandos de mi Compañía me mimasen mas que a otros aunque también suponía que me exigirían más que a los demás en el aspecto de materias profesionales (disciplina, manejo y aprendizaje de armamento, instrucción, educación física…).
Desde el primer momento me apartaron con otros tres o cuatro reclutas, para prepararnos en materias del curso de Cabos, por lo que además de la preparación común para la Jura de Bandera, nos preparaban en otras materias que exigían más tiempo de dilación y de estudio, por lo que aquellos tres meses que estuve en este C.I.R. mi única obsesión y dedicación era la de prepararme militarmente, sabía que era fundamental empezar con una buena base y eso era lo más importante para mí.

También me explicaron que el sistema de ingreso en el Ejército Profesional había cambiado, ahora ya no era el ascenso de las clases de tropa a Cabo 1º y a continuación se realizaba un curso de Sargento en Villaverde (Madrid), una vez superado, a los dos años de Cabo 1º se ascendía a Sargento. Ahora el sistema era el ingreso en la AGBS (Academia General Básica de suboficiales) mediante prueba selectiva de acceso, serían tres años en total, uno en Talarn,  (curso común para todas las Armas), otro en la Academia del Arma (específico), para los infantes como yo, en Toledo, y el tercer año, sería de prácticas, repartido por trimestres, en distintas Unidades.
También supe que la primera promoción ya está iniciando el curso desde septiembre(1994), por lo que tendré que presentarme a la 2ª promoción

Fue muy duro, tres meses de mucho trabajo, pero cuando llegaba el descanso del guerrero pasaba malos ratos, por las tardes, a eso de las seis nos dejaban ir a la cantina, o a pasear por las zonas del Campamento, a la cantina no gustaba de ir, pues no tenía dinero y tampoco quería ir siempre de gorra, por lo que me iba a pasear por la zona de las duchas, unos riscos que estaban en un alto desde donde se divisaba el mar y un paisaje fantástico de rocas volcánicas.
Campamento Militar  CIR 15 Hoya Fria

Este lugar fue testigo de mis lamentos y mi nostalgia, algunas lágrimas se derramaron de mis ojos sentado en aquellas rocas mientras escribía una carta a la “novia” o a mis padres, nunca sentí tanto la falta de las personas que quería, a aquellos que dejé atrás, Curro,  mi buen amigo, apenas te escribí desde aquí, lo mismo con aquellos que más quería, era una manera de evitar el sufrimiento, comenzaba muchas cartas pero terminaba muy pocas, sólo las que no me quedaba mas remedio escribir : a mis padres. La táctica del avestruz, esconder la cabeza cuando algo no va bien, en este caso la utilizaba sin darme cuenta que mataba además del tiempo, los recuerdos y los sentimientos al final.

Fueron tres largos meses, en los que no salí del Campamento, al margen de la austeridad militar la otra austeridad, la económica me suponía un problema mayor, me impedía relacionarme fuera del trabajo diario, en las horas libres, por las tardes en la cantina, donde todos se reunían al atardecer unas cervezas, un refresco, un cubata, unos pasteles o simplemente un café era materia que no estaba a mi alcance, la situación económica me desgastaba más que todos los problemas restantes juntos.
En aquella época cobrábamos los Soldados cien pesetas (0,6 Euros de ahora), aquello me daba para comprar en el bazar betún y poco más, eso sí cuando cobrábamos ese día sí me permitía ir a la cantina, me tomaba una cerveza con los amigos, pero con muchísimo miedo de que no hubiera quien pagara rondas, pues si ocurría, yo no podría responder a una.
Cierto es que mi madre el primer mes que estuve en el Campamento me mandó un giro de quinientas pesetas, pero se las devolví con el pretexto que yo no necesitaba aquí nada, tenía todas las necesidades cubiertas, no sé por qué se lo dije, me daba cosa de que me mandara dinero, sabiendo que mi padre ganaba muy poco y eran muchos hermanos para mantener, no quería ser una carga para ellos, o tal vez quería demostrar que ya era independiente, que no necesitaba nada y que era autosuficiente, imagino que era un cúmulo de situaciones y de sentimientos, lo cierto es que la experiencia fue dolorosa.

En aquellos meses, surgieron muchas situaciones, derivadas de la preparación e instrucción militar,  participé en el equipo de pentatlón militar, hacía mucho deporte, estudiaba, y recuerdo que me gustaba hablar mucho con un amigo que era en su vida civil zapatero, de Valencia, éste se llamaba Idelfonso Bonet, y  pasábamos muchas horas de tertulia.

Recuerdo cuando el coche de los bocadillos y los refrescos venía al campo de instrucción a media mañana y hacíamos cola para el reparto, era la comida  que mejor me sentaba, acompañada de una cerveza, sobre todo porque era gratis, y porque era el momento más caluroso del día, cansados de dar barrigazos y correr monte arriba y monte abajo, lo cierto es que me hacía ilusión ese momento.

Los tres meses hasta la Jura de Bandera se hicieron largos, pero la idea de que lo que estaba haciendo era fundar las bases de mi profesión me ayudó de forma decisiva, finalmente, la culminación de aquellos meses de preparación llegaron a su fin, el día de la Jura, todos de gala, salimos a formar a la puerta de la Compañía, se veían pasear por las inmediaciones personal civil (hacía tres meses que no veía a nadie sin uniforme). A poco, nos llevaron a la explanada donde se realizaría el ceremonioso acto, en las gradas que rodeaban dicha explanada, totalmente cubiertas de gente, se supone que familiares de los reclutas que Jurarán la Bandera. Un instinto inexplicable hizo que estuviera durante mucho rato buscando en las gradas a quienes sabía que no estaban, mis padres, mi novia…, sabía perfectamente que no estaban pero estuve esperando el milagro con la consiguiente frustración, fue más de una hora de acto en busca de lo imposible, recorriendo las gradas una y otra vez en busca de un rostro conocido, en aquel momento lo necesitaba, más de lo que jamás hubiera pensado.
Al finalizar todo aquello, todo el mundo corría a celebrar el acontecimiento en busca de sus familiares, novias, amigos..., pero yo no sabía donde dirigirme,  la cantina estaba a rebosar de reclutas celebrando con los suyos, me daban envidia y no quería estar allí, por todas partes encontraba escenas similares, yo buscaba un lugar donde acompañar mi soledad y mi tristeza sin que nadie lo viera, no quería estar solo, pero lo estaba.
No recuerdo cómo pasé el resto del día, pero sé que se me hizo largo, muy largo.

Al día siguiente de la Jura de Bandera, llegaron las captaciones para reclutar al personal para las distintas Unidades Especiales, Paracaidistas, Guerrilleros, La Legión…, no había olvidado mi deseo de pertenecer a una de estas Unidades, pero mi padre no me autorizó a ninguna, sólo consintió y con mucho esfuerzo al R.I.L. Fuerteventura Nº.56 que era al que iba voluntario.
En esta ocasión, los encargados de la captación de La Legión, reunieron a toda mi Compañía y nos dieron la correspondiente disertación sobre el Tercio, al finalizar pidieron que se adelantaran los que quisieran alistarse y con aquel enardecido corazón, no lo dudé y salí, en realidad no tenía ni idea de si podía o no, era totalmente ignorante en esta causa, pero pensé que yo salía y si no podía, alguien me lo pondría en conocimiento, de esta manera di el paso adelante y nadie me dijo nada, con lo que me uní a los que se habían alistado, y de esta manera me encuentro en un grupo de voluntarios a quienes apartan de los otros reclutas, en espera de embarcar al Sahara, escribí a mis padres, no sabía cómo se lo explicaría, así que les intento convencer de que la mili se hace también en la Legión y que ya no es una Unidad Especial y que sólo sería un tiempo corto y limitado.
Aquello no se lo tragaría, pero no se me ocurría otra cosa, ¡menudo disgusto les daría !.
Al salir de la nave donde nos alojaron como transeúntes, me tropiezo con el Teniente que nos llevaba, de entrada me bronqueó fuertemente, me llamó de todo, yo claro está, me quedé estupefacto, pues no sabía de qué se trataba, al final mas tranquilo, el Teniente me explica que Fuerteventura es mi destino voluntario, por lo que sin permiso de mis padres no puedo ir a otro sitio, pero que si consigo de mi padre una autorización, me puedo quedar con ellos. Lógicamente ni lo intento, pues sabía de sobra la negativa de mi padre, al día siguiente estaba de camino en barco rumbo a Puerto del Rosario (Fuerteventura), donde estaba mi destino voluntario, en el Regimiento de Infantería “Fuerteventura Nº. 56”.

Jardines entrada al RIL Fuerteventura nº 56.

         El barco atracó en el puerto de Puerto del Rosario (antiguo Puerto Cabras), muy temprano, nadie me esperaba, a pesar de que mi hermano Juan tenía su residencia en esta isla, yo no había tenido mucho contacto con él durante el tiempo de Campamento, para mí el teléfono era entonces como un producto de lujo que sólo se usaba para emergencias, no obstante, él tampoco tenía por aquella época.

         Al fin y al cabo, tampoco era mi intención estar al cuidado de nadie, aunque así lo proveyera mis padres.

         Me incorporé en la Unidad, donde ya me esperaban, destinándome en la Compañía de Plana Mayor de Mandos, o Compañía de Armas Pesadas, la mandaba el Capitán García, hombre corto de estatura, moreno y con un gran mostacho.  Esta era la Compañía donde estaba mi hermano y los Sargentos Alarcón, Marraco y Baena, el Teniente  Rodríguez…, y no recuerdo quién más.



         En cuanto llegué, me asignaron litera y taquilla, recuerdo la nave inmensa, con la entrada en el centro de uno de sus laterales, a la izquierda literas en ambos lados, al fondo las oficinas de la Compañía y armeros, a la derecha más literas y al fondo los servicios y más armeros. Todo estaba reluciente, las literas perfectamente alineadas, esto me impresionó.

         Sobre la marcha, ya comencé a trabajar desde el primer día, me incorporé al curso de Cabos, me asignaron a la Sección de morteros de ciento veinte, mi jefe era el Sargento Alarcón, individuo con cara de macarra y con mal talante, siempre estaba enfurruñado y mascullando algo entre dientes, dientes que no separaba para hablar.


         Ya me advirtieron que era un sargento con muy malas pulgas, pero bueno yo me había propuesto trabajar en serio y no dar problemas, así que no había por qué temer nada.


         El Sargento Alarcón me mandó llamar en seguida, me hizo prestarle mucha atención, después me explicó que se encargaría de mí, porque él sabía que yo quería ser militar, y en verdad que se preocupó.
Todos los viernes, me examinaba de armamento, topografía, Ordenanzas..., de aquello que con antelación me advertía. Yo estudiaba durante la semana, pues al margen de mi interés, en el caso de que no sacara buena nota, ese fin de semana no podía salir del cuartel.


Una vez tramitado el pase pernocta, para poder salir por la tarde, después del toque de alto, y dormir en casa de mi hermano Juan y mi cuñada Blanca, tuve que esperar cosa de uno o dos meses, cuando me lo dieron, mi vida da un cambio, yo tenía mi habitación, podía estudiar por las noches, salía por las tardes de paisano de paseo, podía tener una vida parecida a la que tenía en Chipiona, en la casa de mis padres.

En aquella época, las cosas eran como en una película, nada parecía real, todo parecía de paso, intrascendente, no me paraba mucho a saborear de las cosas que sentía, pues yo me encontraba en un "pause" de mi vida, en el que en breve pasaría para encontrarme en la Academia Militar donde me forjarían y prepararían para mi carrera elegida.
Ascendido a Cabo

Todo mi interés se volcó en los temas de preparación para presentarme en la próxima convocatoria, de la cual, no tenía ni puñetera idea cuándo sería, sólo sabía que ya no existía la escala auxiliar que existía hasta que me incorporé, pero cuando me interesé por ello, me dijeron que ya había cambiado todo esto, ahora había que ir a la AGBS, (Academia General Básica de Suboficiales), tenía que mandar cuando saliera la convocatoria una instancia solicitando examen de ingreso, pero hasta la fecha, no sabía nada mas, yo creía que alguien me lo diría o me informaría del tema, pero el tiempo transcurre, en marzo, asciendo a cabo e inicio el curso para el ascenso a Cabo 1º, con todo este alboroto, y muy entretenido con los estudios y los exámenes particulares del Sgto. Alarcón, pasa el tiempo.
En junio, asciendo a Cabo 1º, entonces me da por preocuparme por la convocatoria para la Academia, y pregunté en varios sitios, hasta que alguien me indica que el plazo de admisión de las instancias había terminado hacía unas semanas, y los admitidos, en el mismo mes de Junio se presentarían a examen de ingreso.
Fué un mazazo para mí, no podía presentarme a la 2ª promoción de la AGBS., debía esperar un año para la siguiente.
Ascendido a Cabo 1º

Asistía al Instituto de Puerto del Rosario para realizar el Bachiller Superior como alumno nocturno libre oyente, lo que me daba derecho a asistir a clases a partir de las siete de la tarde, sobre todo a las asignaturas que sabía que me hacían falta para el examen de ingreso en la Academia (matemáticas, física y química, historia y literatura),   pues después de ver los programas de  preparación, pude ver que aunque no pedían el bachiller superior, el exámen era de nivel de PREU, y que se habían presentado 10.000 aspirantes para 1000 plazas, 10 a 1 no era un porcentaje tranquilizador, por lo que mas valía prepararse, yo me había quedado con mi bachiller elemental y no estaría a la altura de las pruebas culturales.

En estas fechas surge el conflicto del Sahara Español, estamos durante varios días acuartelados después de un toque de "Generala" (la única vez que lo he oído en mi vida militar), y a los dos días de acuartelamiento, nos dotaron con armamento nuevo, uniformes nuevos, munición y rancho en bolsas, nos llevaron al puerto y nos embarcaron en una Barcaza de desembarco, estuvimos allí metidos durante varias horas con todo el equipo entre las piernas, sentados en el suelo o fondo de la barcaza, hasta que se dió la orden de salir de ella y esperar aún formados en el mismo puert de carga, transcurrieron varias horas mas, hasta que por fin ya de noche, nos volvieron a llevar al cuartel. Al día diguiente, supimos que el Sahara se dejaba definitivamente y nuestras tropas salían de allí, por lo que los aires de guerra desaparecían definitivamente.

La verdad es que la mayoría de la gente que conocía preferían que España no hubiera dejado el Sahara, aunque nos hubiéramos tenido que pelear con Marruecos.

Con las pruebas físicas no tendría problemas, por aquel entonces era un atleta consumado, natación, velocidad, fondo, lanzamiento de pesa, salto de longitud y altura, federado 4 años en voleibol, salto de aparatos al máximo nivel... no creo que tuviera problemas, pero el cultural si que me pilló de sorpresa, no podía dormirme y para el año que viene estaré preparado si me esfuerzo.


En este tiempo, leo los libros "It", "El desastre de Annual", "el exorcista"  y "miedo en un puñado de polvo", que me entusiasmaron. No tenía hábito de lectura, pero en este año majorero lo probé y me gustó


Entretanto, conocí una sobrina de Blanca, mi cuñada, se llamaba Eli, nos llevábamos bien, salíamos y en parte, me hacía sentir como en casa, era mi descanso después de los estudios y el cuartel, fuimos los padrinos de mi sobrina Regli, 

Con Eli apadrinando a mi sobrina Regli

No llegamos a ser novios, aunque alguno de la familia lo viera de esa manera, aunque faltó poco, gracias a que alguien me abrió los ojos y me hizo ver el riesgo de que me ocurriera lo mismo que a mi hermano Juan, que se vió de Cabo 1º, casado, con una familia y realizando las pruebas para el curso de Sargento, cosa que le costó bastantes años, yo lo que más deseaba era el ingreso a la Academia Militar y a ello no se podía anteponer ninguna relación, aún menos cuando supe la edad de esta chica (15 años), la relación de "rollito" estaba pasando a ser algo mas serio, aunque yo apenas tenía recién cumplidos los 19 años, seguramente no sería capaz de controlar el sexo separado de los intereses y menos de los sentimientos, al ver que el sexo se me ofrecía de alguna manera, yo, que por aquella época era aún virgen, me acongojé, decidí que de ninguna manera debía comprometer el destino que me había marcado y que me estaba costando tanto llegar a él.

Esta vez, fui a ver a mi Capitán D. Ángel García García, creo que mi hermano ya estuvo poniéndole en antecedentes, le conté mis pretensiones profesionales y le pedí que me mandara a una comisión de servicio fuera de la isla, pues de una forma u otra no quería comprometerme y lo cierto era que Eli no perdía la oportunidad de tentarme.
El Capitán me dijo que en Septiembre comenzaba un curso preparatorio para los que se presentan a la próxima convocatoria  pero estábamos en julio,se quedó pensativo, me miró de arriba a bajo y me dijo muy serio, con aquel bigote enorme de pelo denso fuerte y negro, que cubría por completo su labio superior, "Cabeza, te irás mañana porque si no, corres el riesgo de que te ocurra lo que tu hermano".

Todo fue rapidísimo, la maleta roja ya histórica, y barco a Las Palmas, se me había nombrado alumno para el curso preparatorio para la Básica, solo que cuando llegué, me dijeron que hasta septiembre no comenzaría, lo que ya sabían que durante este tiempo estaría agregado a una Compañía del "Canarias 50", donde se realizara el curso.
Tanta fue mi alegría por quitarme el compromiso de encima que no pensé en el tiempo que hacía que no iba por Chipiona, y sólo esperaba que llegara mi siguiente escalón para conseguir mi propósito, no dejaba de estudiar y prepararme aunque no había comenzado aún el curso.

Con un grupo de tropas nómadas en su repliegue del Sahara en Las Palmas


Fueron los últimos que regresaban del Sahara, las fuerzas de Tropas Nómadas, estas se alojaron en el Canarias 50, un grupo de ellos terminaron en mi Compañía, hice algunos amigos entre ellos, Grillo, Chamel, Leonardo...,       
Con lo que no contaba era con la visita de Eli, un sábado, me vinieron a avisar del Cuerpo de Guardia, que una chica preguntaba por mi, me extrañé al principio, sólo llevo un par de semanas en Las Palmas, aún no conozco a nadie fuera del cuartel, sólo he salido un par de veces a respirar aire civil, pero no he conocido a ninguna chica, de pronto la vi doblar la esquina, al final de la calle donde yo me encontraba, como estaba muy cerca de la puerta de la Compañía, di un salto a su interior, avisé al cuartelero de la visita y le dejé bien claro que yo no me encontraba en la Compañía y que no sabía nada de mí. Yo me metí en la furrielería y mirando por una rendija de la puerta, pude observar cómo Eli, que venía acompañada de su prima Susana, entró en la Compañía, en contra de las instrucciones del cuartelero que le repetía que yo no estaba dentro, recorrió toda la nave, mirando entre las literas y taquillas, finalmente al no encontrarme, se fue relatando cosas que no llegaba a oír.
Esta misma historia se volvió a repetir unos fines de semana mas tarde.

Pronto transcurre el tiempo y comienzan a llegar los alumnos para el curso preparatorio, vienen de toda la provincia de Las Palmas y de todas las Unidades, paracaidistas (los que mas), provenientes del Sahara vinieron varios, dos artilleros, un sanitario, otros dos de ingenieros (todos Cabos 1º ya con algunos reenganches), y un cabo de la Compañía de mar, y en total entre Cabos 1º y cabos unos 60.
Enseguida hice amistad con la gente del Sahara, hicimos un grupo y mas o menos seguíamos las normas, cosa que no hacía la mayoría de los alumnos. No es fácil para un Cabo 1º de la época con varios reenganches cumplir órdenes de los profesores que nos pusieron que eran soldados, esto provocaba muchos conflictos en las clases.
El curso preparatorio para el optar al ingreso en la AGBS (Academia General Básica de Suboficiales), ya había dado comienzo y a las pocas semanas se me informa de que mi Regimiento (Fuerteventura 56) al que pertenezco, se ha disuelto, por lo que me quedo en situación de disponibilidad, me dicen que he quedado agregado hasta nueva orden al Batallón del Canarias 50 que está en Arrecife de Lanzarote. No obstante, continúo en mi situación de agregado en el curso que estaba realizando.
Ya estamos en mitad del primer trimestre, cuando me dicen que se me conceden los permisos atrasados que no se me pudieron conceder por motivo de la Marcha Verde y que se me habían acumulado los 40 dias oficiales, mas 10 por ser voluntario mas 10 por ser donante de sangre, mas 10 por haber firmado el primer reenganche, mas los correspondientes a Semana Santa y Navidad de los años transcurridos, en total, eran muchos días pero... como todo esto era demasiado bueno para ser verdad (y lo era), había que pagar un precio, este era que si estaba mas de una semana perdía el curso preparatorio y me tendría que presentar a examen con lo puesto y si no disfrutaba este permiso, perdía el derecho a disfrutarlo en el futuro, perdiendo el pasaporte para viaje gratis con ello.
Me lo pensé concienzudamente, llevaba dos años sin ir por casa, aunque Charo seguía siendo mi novia (por correspondencia), necesitaba algo mas consistente en esta relación, tenía gran deseo de conocerla y hacer el noviazgo real, a la familia también sentía nostalgia por ellos, pero ya me había cicatrizado esta herida, la otra aún sangraba. después de mucho pensarlo, decidí que había pasado muchos malos ratos para arriesgar mi futuro en un permiso, decidí renunciar, pues con una semana, se me iría cuatro días sólo en el viaje de ida y vuelta y el resto no podría compartirlo entre visitas a familias y viajar a Cáceres a ver a Charo... necesitaba más tiempo. Ya me llegará la hora de desquitarme, pero no era este el momento.
Me involucré muy seriamente en este curso, cosa que no compartía la inmensa mayoría de los alumnos (sobre todo los paracas de Las Palmas), que se pasaban el día en el barrio de prostitutas que estaba a la puesta del Canarias 50, donde teníamos el curso, ellos, venían de la Brigada Paracaidista a las clases y a la hora de comer volvían a su unidad, por lo que aprovechaban ese tiempo que se tomaban libre durante el tiempo que duró el curso.
Había otro grupo (que mencioné que vinieron del Sahara Español), que estaban como yo agregados a esta Unidad, eramos unos seis o siete, todos Cabos 1º menos un Cabo de la Compañía de Mar. Al principio, salíamos de paseo, esto me venía bien, después a tomar cervezas, esto ya me fastidiaba un poco pues yo no tenía una peseta, aún no cobraba el reenganche, y no me pagaban el rebaje de rancho, que entre uno y otro eran unas 7.000 pesetas al mes, sin embargo, con la comisión liquidadora de Fuerteventura se traspapelaron las cosas y no me llegaba mas que el sueldo de Cabo 1º de reemplazo que eran 1300 pesetas, entonces sólo me daba para la primera semana, el resto del mes procuraba no salir. Esto hizo que me perdiera las correrías nocturnas de los amigos, que terminaron por entablar amistad con un grupo de chicas del barrio vecino, que trabajaban en las barras americanas , tanto fué el trasteo de estos con estas chicas que al tiempo comenzaron a surgir situaciones anómalas, como que viniera alguna de las chicas reclamando la paternidad de uno de ellos que la habría dejado en estado, chicas que se agredían con navajas por celos de uno u otro, alguno de ellos era sorprendido por la P.M. en barras americanas en horas de madrugada, todo ello con las consecuencias adversas en la Unidad donde estábamos. Con el tiempo, aprendieron a no llamar la atención y continuar con sus actividades.
Como os cuento, yo no estaba en este menester pues me quedaba lejos, además me vino bien, pues ocupé mucho tiempo al estudio.
En vísperas de Navidades, se plantean los turnos de permisos, como alumnos del curso, nos dan opción a irnos desde el 22 de diciembre al 07 de enero, pero para Navidad no había pasaporte (solo para verano), entonces recordé el pasaporte que desprecié en octubre, podía haber sacado pasaje abierto con aquel pasaporte, pero ya era demasiado tarde.
Pensé utilizar las cinco mil pesetas que mi madre me dió cuando marché voluntario, me había hecho la promesa de no usarlas mas que para volver a casa en caso de renunciar al Ejército, además no me llegaba para la ida y la vuelta, lo que me obligaría a tener que pedir dinero a mis padres...

Fueron unas Navidades largas y amargas, sólo quedamos en el cuartel los suficientes para cubrir servicios y yo, pues a los arrestados les habían indultado por las fiestas. Me encontré muy solo aquellos días.

Por fin, llegó el día ocho de enero, regresan los compañeros y el cuartel se llena de vida, nunca pensé que sería tan feliz en un cuartel sólo con verlo con la actividad diaria normal.
Llegaron las clases, el despertador, los exámenes, las obligaciones y las salidas (pocas), todo ahora estaba dentro de lo que cabe "normal".
Me doy cuenta que mi esfuerzo en Fuerteventura con procurar estudiar y prepararme antes de este curso me está compensando, el nivel del curso a la mayoría le viene grande y a mi, aunque en algunas materias me vienen justitas, no estaba teniendo ningún problema, aquellos que van surgiendo los voy solucionando sin grandes esfuerzos. Esta pequeña superioridad que me observo en el nivel de la clase, me da ánimo y me consuela en mi trauma de soledad, no puedo olvidar ni un día de los que paso sin poder ir a casa, además, se acerca la Semana Santa y me toca otra vez quedarme solo, aunque esta vez serán pocos días.

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